lunes, 30 de agosto de 2010

EL DIABLO ANDA SUELTO...


El Diablo anda suelto. Le han facilitado papel y pluma y un espacio en la web. Ahora sabremos toda la verdad sobre Dios.


La maldad estaba allí, desde el principio, mezclada con todo lo demás. Era tan necesaria como las bondades y las buenas intenciones para crear del caos un Universo coherente. Sería pretencioso de mí adjudicarle a Dios la idea de mi instauración; bastaba con la pésima ocurrencia de haber infiltrado al hombre proporcionándole credibilidad y adornándolo con esa fábula del paraíso y las subsecuentes historias.

La verdad es que Dios existe, que siempre ha estado ahí. Podemos asignarle el nombre que se nos ocurra porque nada cambiaría, estamos aquí y este inesperado fenómeno debe ser suficiente para convencernos de su existencia. Somos parte de una secuencia de eventos demasiado compleja para comprenderla con las limitaciones impuestas en nuestro subdesarrollado cerebro. Es un proceso evolutivo del que yo también soy parte.

Cuando despertó la conciencia, vine con ella, yo soy el lado oscuro de todo ser humano. Llámame la parte imperfecta del proceso, la condición necesaria para que se produzca la chispa de transición que señalará el final de nuestra especie; tarde o temprano llegará. Conmigo no existen problemas de nombres, a través del tiempo se me ha conocido por muchos apodos e infinidad de formas, tampoco existe la duda sobre cuales son mis verdaderas intenciones: soy la fase auto destructiva de nuestro cerebro. Llegamos con el tiempo y con el tiempo nos extinguiremos, yo, con todo mi poder sobre el resto de la humanidad no tendré ninguna consecuencia en la totalidad del proceso.¿Entonces que será de la Creación, de Dios, si es así como prefieres llamarle? No es de nuestra incumbencia, no creo que seamos tan importantes en el contexto del Universo. Somos un prototipo más en un indefinido planeta entre muchos donde las constantes coinciden por accidente y en todas yo estoy representado de alguna forma para que dichas condiciones regresen al desorden y el caos continúe evolucionando.

Tanto Dios como el Demonio somos partes de las exigencias que le dan sentido al Cosmos.


Marco Antonio

viernes, 27 de agosto de 2010

LA LLAMADA DE LA SELVA



Mowgli nunca llegó a entenderlo, su instinto no era suficiente. Había llegado la hora de asumir su lugar como adulto entre los jóvenes de su edad, los que siempre se habían encargado de la vigilancia y la defensa del grupo. En su interior sentía el poderoso llamado de la jungla y lo que ello implicaba, pero no podía entender por qué lo rechazaban, tenían que sobrevivir pero a él no se le permitía formar parte del orden natural en la estructura de su especie. Hacía ya tiempo que prescindía del cuidado y la protección de su madre y esa tácita actitud, ese repudio colectivo, era una ofensa que poco a poco se había convertido en una obsesión. Quería probarles a todos y así mismo que era valiente y digno de ser aceptado, necesitaba sobresalir y ser la envidia de la especie. Le angustiaba el anonimato y el no ser reconocido. Su destreza, su habilidad y su inteligencia no tenían rival.


Más que nada, era fundamental que ella se sintiera especialmente orgullosa en su presencia. Habían descubierto el sexo y los placeres de la concupiscencia juntos y esa revelación era como una pócima que los hacía concientes de la imperativa biológica que comenzaba a dominar todos sus sentidos. Un fuego ancestral le consumía las entrañas, sentía más que nunca la llamada de la selva, el instinto de preservación de la especie. Aunque no lo sabía, estaba perdidamente enamorado de la mona Nacha.



Marco Antonio

lunes, 16 de agosto de 2010


EL TRASTERO

Las cosas inanimadas también mueren, o eso creo. No dejan de existir como lo hacemos los seres humanos, pero sospecho que debe ser una terrible agonía de indefinida perseverancia. Es difícil imaginar o entender, pero si nuestras capacidades cognitivas estuviesen desarrolladas hasta el punto en que nos permitieran vislumbrar una realidad mentalizada, podríamos retroceder a un estado nano-molecular, reagrupar nuestros átomos y convertirnos, por ejemplo, en una escoba vieja.

¡Que idiosincrasia! ¡Convertirse en una entidad inanimada cuya vida útil ha llegado a su fin! Entonces estarías condenado a la penumbra de la ingratitud, acompañado de zapatos viejos, vestidos olvidados, muñecas de trapo y cartas de amor perdidas en un cajón. No, no existe un tanatorio ni un cementerio para las cosas inanimadas, en esta parte del mundo lo llamamos: El trastero.


Marco Antonio 

viernes, 6 de agosto de 2010

EL ÚLTIMO REFUGIO





El informe del forense leía más como ciencia ficción, no como un documento procedente de la morgue de vextor VII. Allí en letras de molde se certificaba que Wenceslao Abalzisketa había fallecido de un infarto del miocardio; una condición prácticamente desconocida desde la segunda mitad del siglo XXVIII. Los avances tecnológicos en el campo de la medicina no contemplaban la posibilidad de una ocurrencia de esa naturaleza. Para entonces se había erradicado el cáncer, la formación de aneurismas en el sistema cardiovascular, la enfermedad de alzheimer, la gripe y las múltiples condiciones biológicas y psíquicas que causaban la disfunción eréctil, una situación que en los últimos dos siglos había contribuido drásticamente a la merma de la población del planeta.


En el caso de Wenceslao su ADN simplemente dejó de regenerarse y su cuerpo comenzó a envejecer de manera exponencial. Según pasaban los días su organismo languidecía creando un estado anímico que deterioraba inexorablemente acercándose peligrosamente a los límites de una realidad desconocida para la ciencia. Nadie pudo explicar la inesperada aparición de esta condición: un cuerpo cuyos órganos internos envejecían y que a la vez, en su exterior, parecía retroceder en el tiempo disminuyendo en tamaño y aspecto físico. Aún así, luchó hasta el último momento, rehusando a darse por vencido y abandonar el espacio físico que ocupaba. Ocurrió sin previo aviso. Su corazón dejó de latir y Wenceslao se convirtió en la última estadística procedente de vextor VII. Un nombre más en la base de datos que contabilizaba las defunciones del planeta y su satélite.


La muerte de Wenceslao marcó el principio del reconocimiento que en el planeta estaban ocurriendo anomalías físico-ambientales alarmantes. El tiempo parecía alargarse, se comprobó que el movimiento gravitacional del sistema estaba cambiando, respirar se hacía mucho más difícil. Nadie prestaba mucha atención a los cambios, excepto los científicos, la gente se divertía saltando de un lugar a otro con una agilidad sin precedentes. Debido a la merma en la gravedad, desconocida por el público en general, se producía la sensación de que al moverse con prisa uno flotaba ligeramente en el espacio.


Pronto otras muertes como la de Wenceslao comenzaron a registrarse en otros vextors del planeta. El pánico cundió cuando los medios de comunicación lanzaron al aire la noticia de que la luna estaba perdiendo su equilibrio gravitacional y se acercaba peligrosamente a la tierra. Los preceptos que siempre gobernaron la astro física contemporánea estaban siendo cuestionados. Entre los eruditos se contemplaba seriamente una vieja hipótesis: El tiempo y la luz podían extinguirse por el vórtice de un agujero negro cuya fuerza podía desfigurar el equilibrio del universo. Si eso ocurría, volveríamos al caos, donde todo concepto era invalido y el tiempo nunca tuvo sentido…


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Los lentes bifocales de Bartolo se estrellaron contra el piso cuando su cuerpo comenzó a deslizarse por la superficie de su sillón de cuero acolchonado. El ordenador emitió una serie de pitidos y la pantalla parpadeó. Bartolo despertó alarmado y recuperó su postura. Clavó sus ojos en la imagen, pero sin los bifocales no podía descifrar lo que había escrito. Recogió los lentes de la alfombra y los ajustó sobre el puente de su nariz. Miró el reloj en su muñeca y haciendo un esfuerzo mental recordó que sólo había logrado desarrollar dos páginas del artículo que escribía para PULP MAGAZINE, una publicación dedicada exclusivamente a la ciencia ficción. Volvió a mirar su reloj y decidió que era mejor irse a la cama, manipuló el ratón hasta que el ordenador dejó de emitir el monótono ruido del ventilador y la pantalla se oscureció hasta parecer un agujero negro. Bostezó. se levantó del sillón y abandonó la pequeña sala. Subió con dificultad la escalera de caracol que lo llevaba a su alcoba en el ático y abrió la puerta. El ensordecedor silencio le golpeó los sentidos, la total oscuridad lo aterrorizó, pensó que si daba un paso más caería al vacío. En los agujeros negros no existían las dimensiones, ni el concepto del tiempo era válido. La terrible fuerza magnética se tragó al escritor, su cuerpo, junto con el resto del universo regresaron al caos.



Marco Antonio.  

lunes, 2 de agosto de 2010

EL DIAGNÓSTICO


EL DIAGNÓSTICO

Melesio abrió el sobre y extrajo el informe médico. Sabía que en aquella solitaria página se encontraban los resultados de meses de investigación. Una simple hoja de papel que albergaba la decisión final de los expertos. Resistió la tentación de ir directamente a las conclusiones y se esforzó por comenzar desde el principio, dedicando toda su atención a leer detenidamente el elegante encabezamiento con los nombres y credenciales de los médicos de aquel ilustre recinto de las ciencias.

CLÍNICA MONTE DEL OLIVO

Calle de Las Tres Cruces, reparto Santo Cielo. Cataluña, España.
Director: Dr. Dagoberto Sinpiedad del Monte. Cirugía cerebral e investigaciones neuropsicológicas.

Dr. Cresenciano Aguadensa de la Mansa. Cardiología y cirugía vascular.

Dra. Domitila Hemorral Ferroso. Gastroenterología, especialista en anormalidades del sistema digestivo.

Dr.Próculo Cantagallo Piedras. Higado y riñón e investigaciones de los procesos hormonales y endocrinos. Patologías del sistema inmunológico.

Dra. Rufina Diosmediante. Nariz, garganta y oídos.

Dr. Atanasio Fluviales de la Cuenca. Proctólogo y Dermatólogo.

Melesio sintió la exuberancia que produce esa sensación de encontrarse en buenas manos, protegido y sin las preocupaciones y el riesgo al que uno se somete cuando se entrega por ignorancia o razones económicas a la mediocridad de la medicina pública. Estaba convencido de que aquellos ilustres profesionales de la salud que encabezaban la página de su informe estaban acreditados por años de experiencias, descubrimientos inauditos y publicaciones cuyos volúmenes establecían las pautas por las que se rigen los nuevos procedimientos. Un impresionable equipo que, indudablemente en conjunto, representaban la impenetrable defensa de la que no escapaba ninguna anomalía o enfermedad por mas oscura que fuese.

Con una amplia sonrisa dibujada en el rostro, finalmente fijó sus ojos en las precisas líneas centradas en medio de la página:

DIAGNOSTICO COGNITIVO
Clínica Monte Olivo. Junta de Directores
Sr. Melesio Aguaviva:

LO SUYO NO TIENE REMEDIO

Dr. Dagoberto Sinpiedad del Monte. M.D.




Marco Antonio



domingo, 1 de agosto de 2010

PASA LA VIDA





Para él, la vida no cambiaba, era una puta rutina. Se bebió su primer whisky a las ocho de la mañana. Se fue al baño y sin pensarlo dos veces, con los ojos semiabiertos meó a chorros y sin puntería sobre la tapa del inodoro. Escupió en el lavabo y se enjuagó la boca. Se vistió rápidamente con el mono de mecánico, calzó las alpargatas y la gorra con la insignia de los Yankees y se guardo la caneca del whisky en el bolsillo trasero. La rutina se repetía una y otra vez. Bajó las escaleras de dos en dos en el mismo momento en que el perro de su vecino Anselmo las subía de cuatro en cuatro. El último tramo lo terminaron en seis patas, las cuatro del perro y las dos de él esparramadas por el descanso de la escalera. El animal aulló del susto, pero se recuperó y corrió escaleras arriba como alma que lleva al diablo. Él no supo cuanto tiempo estuvo inconsciente, finalmente despertó y se levantó con trabajo vociferando palabrotas dirigidas al perro y llevándose la mano al bolsillo trasero del mono para asegurarse que la caneca de whisky estaba a salvo.

Ya en la calle apresuró el paso hasta llegar al callejón donde, como siempre, se dio su segundo trago. Cruzó la avenida, compró el periódico, un café y una bolsa de magdalenas. Media docena de pasos más adelante desapareció por la doble puerta del garaje. Anselmo, como siempre, trabajando debajo del Audi. Samaniego mirándolo a través de los mugrientos cristales de la oficina en el entresuelo, otra vez abrió la ventana corrediza y le gritó:
— ¡Llegas tarde!
— ¡Que te follen!—le contestó el otro entre dientes.
Recogió la escafandra de soldador del suelo y se la encasquetó en la cabeza. Levantó la tapa protectora y extrayendo la caneca de whisky, consumió su tercera ronda del día. Con una voz ronca y rabiosa se dirigió a las piernas de Anselmo que sobresalían por debajo del Audi y les dijo:
—Le voy a partir las patas a ese perro callejero que tú dejas realengo por ahí. Hoy por poco me rompo la nuca cuando tropecé con él por las escaleras. El muy cobarde escapó aullando y meándose. ¡Menuda mierda de animal! El otro no se dignó a contestarle. Se disponía a encender la pistola del soldador con el mechero cuando el Mercedes Benz SLK Clásico frenó de improviso a menos de un metro de las piernas de Anselmo.

La voluptuosa figura descendió del coche hecha toda una furia y se dirigió directamente al corpulento hombre con la escafandra y el olor a whisky barato. Se acercó lo suficiente como para aplastar sus recién siliconados senos contra el mono grasiento agarrándolo firmemente por el bulto en la entrepierna donde su sensibilidad lo desproveía de defensas.

—¡Despaché a los sirvientes temprano, descorché mi mejor vino y te esperé pasada la media noche! No es muy caballeroso dejar plantada a la que te provee el único trabajo donde te puedes esconder. A mi hermano Samaniego no le caes muy bien y si no te ha echado a la calle es porque yo estoy por el medio —le dijo de carretillas, sin parar para coger el aire.

Él no pronunció una palabra, se desprendió de la careta de soldador y la miró sin una pizca de simpatía, buscó la caneca en su bolsillo trasero y se echó un trago generoso a la boca. Sin más preámbulos la ciñó por la cintura y arrastrándola hacia el mugriento cuarto de servicio, cerró la puerta. Pasó el tiempo y todos continuaron su trabajo como si nada hubiese pasado. Más tarde, la voluptuosa mujer abandonó el inodoro totalmente desaliñada, con la melena platinada revuelta y salpicada de aserrín. Sus pechos de silicona mal ubicados por la falta de tiempo y un espejo, nunca se asentaron correctamente dentro del diminuto sostén. Subió al coche sin despedirse y como un bólido desapareció del taller en su flamante Mercedes Benz SLK Clásico dejando atrás la estela de un extravagante perfume. Él, como en otras ocasiones, la siguió con la mirada hasta que el coche se perdió de vista al doblar la esquina y se repitió a sí mismo:

— Esta noche, como todas las noches, estarás esperándome en el sofá como una perrita en celo.

Volvió a la mesa de trabajo, se ajustó la escafandra y prendió el soplete de acetileno con el mechero. Hizo una pauta, levantó la compuerta que le cubría el rostro y extrajo la caneca de su bolsillo trasero. Para su sorpresa sólo quedaba un residuo en el fondo,la vació de un trago y arrojó la botella a la papelera. Anselmo asomó la cabeza por un costado del Audi como siempre lo había hecho, meneandola de lado a lado y se dijo a sí mismo:

— ¡QUE MANERA DE PASAR EL TIEMPO! Sólo tomó un instante para que el perro lo desnucara, pero ya ha pasado una eternidad y aún sigue en el limbo. No quisiera estar aquí cuando se de cuenta que este lugar no es más que una sala de espera y que el whisky ahora se le ha acabado.