miércoles, 13 de octubre de 2010


BANDERAS AL VIENTO

Vivía en un oscuro callejón de Madrid y se jactaba de conocer la vida privada de todos los que habitaban sobre su cabeza. Los cuatro pisos que se erguían a ambos lados del angosto espacio, sujetaban con precariedad una decena de balcones. Rara era la vez en que se podía ver el cielo, todo estaba ocupado por tendales donde se colgaban las historias de cada inquilino. Después de tanto tiempo habitando aquél lugar, Marcelino, de un vistazo podía reconocer los manteles, la ropa de cama, las piezas íntimas y hasta los calcetines de la gente mayor. Banderas al viento gritaba para el deleite de algunos y la angustia de otros cuando una nueva tanda de la colada aparecía en algún balcón.
—Hoy se cagó Don Eleuterio y Elenita la del tercero por fin se cambió las bragas— vociferaba a todo pulmón desde el callejón.

La Guardia civil no tardaba en aparecer para llevarlo arrastras al calabozo. Pero en pocos días ya estaba de regreso para gritarle a la colada de turno:

– ¡Hay un nuevo inquilino en el piso de Socorros, los calzoncillos del otro eran de patitas!


Marco Antonio