martes, 4 de mayo de 2010

EL ENCIERRO



Acércate a España e incrustaré una maja celestina en tus ganas de vivir. Acorta la distancia y se quemará tu visión ensillada a una gitana; una de esas diablas que por el gusto de corromper tu espiritu fornicaría sobre el tablao en un “atrévete” de guitarra flamenca. Regresa a esta tierra noble, para que muerdas la tradición que nos hizo isleños y sientas hervir la sangre que te queda en la cuenca de tus ojos. Abrázate a lo que resta de tu existencia, deja de lamer tus cicatrices y muerde tus sueños. Hay una plaza de Sol en tu destino, ven a jugarte los testículos en un mano a mano con la vida aunque las tengas todas por perder. Porque si ganas... si ganas, la piel de la mujer que te toque, te sabrá a miel y no habrá secretos para ti en su boca, ni brújula para enseñarte el camino, porque el resto de tus días serán como las cuentas de un rosario que en cada piedra guarda una promesa de amor...




Cerré la página procurando hacerlo por los mismos dobleces y volví a introducirla en el sobre. Alargué la mano y marqué el número de teléfono de Marcelo en España. Entre quejido y quejido, me contestó su esposa con voz trémula . Sorprendido, le pregunté si pasaba algo y después de una larga pausa me respondió: A Marcelo lo mató un toro ayer en Pamplona … ¡Ha acabao con él! … ¡Me lo dejó sin testículos y sin na. ¡Solté el auricular y retrocedí horrorizado, empujando las ruedas de mi silla con todas mis fuerzas. ¡Cojones! ¡Menos mal que la carta llegó hoy, si hubiese llegao la semana pasá, los dos estaríamos muertos! ¡Con la ilusión que teníamos de correr juntos un encierro en sillas de ruedas! ¡Putos toros!


Marco Antonio