domingo, 30 de mayo de 2010


SIN RUMBO FIJO

Siempre hay una hora que cumple rigurosamente con el asombroso proceso de esta trayectoria sin rumbo fijo. La hora de morirse. Llegase donde llegases, el principio siempre es un acto sin conciencia racional. Según se va desprendiendo la membrana amniótica, despierta la primavera del proceso evolutivo, germina la esencia de nuestro carácter y damos rienda suelta al idioma con qué expresamos lo ya escrito en los peldaños de la escalera. Esa hélice que lleva la irremediable secuencia desde donde comenzamos hasta donde terminamos. Entonces, al final de esa cadena, cuando ya no haya instrucciones que seguir y estemos a punto de apagarnos para siempre:
¿Habrá algún mensaje aún no descubierto en la estructura, que satisfaga todas esas preguntas que quedaron sin contestar?

Marco Antonio