sábado, 27 de agosto de 2011

AL AMANECER




Pisó con fuerza contra el cemento cuarteado, como si su rabia pudiese agrietar la estructura blindada y ofrecerle una alternativa al inevitable desenlace. Como un animal enjaulado se movía en círculos concéntricos cada vez más estrechos. Miró con intensidad hacia el agujero.

Una tenue claridad comenzaba a filtrase a través de los barrotes. Los ruidos del patio se magnificaban dentro de la celda. Atento a todo lo que ocurría en el exterior, pudo identificar el sonido de la clavija que activaba el mecanismo de la guillotina como también, en su momento, el del impacto de las cabezas al caer. Llevaba meses escuchándolos. Pensó que en aquél lugar como en la vida misma todo era una redundancia agobiante, en su caso, una tétrica realidad.

Cerró los ojos y se reclinó sobre la mugrosa almohada. Trató de adivinar quienes estarían escuchando cuando, al amanecer, su cabeza impactara contra el fondo de la cesta.



Marco Antonio