sábado, 23 de febrero de 2013

El espectro del hambre se ha instalado a las puertas de los supermercados en España. No entiende de raza ni de color y toma la forma de mujeres suplicantes y de hombres que han perdido las ganas de vivir. También la consciencia humanitaria de los que aún no hemos descendido a esos abismos se ha manifestado en defensa de los desamparados y atemorizados por lo que ven, depositan en las bolsas de las tristes criaturas, pan, leche y otros menesteres de primera necesidad para aliviar el drama de la tragedia.

Qué poca calidad humana profesan aquellos que nos representan cuando permiten que el estado de degradación llegue hasta el punto en que al pasar frente a una frutería veas un rostro que vagamente reconoces hurgando entre los desechos de frutas y vegetales, buscando algo que comer.La desconfianza, el rencor y la confusión ahora se sientan en el entorno familiar. Aquellos que nos gobiernan han perdido el llavero de donde cuelga la credibilidad y no se sabe adónde nos lleva la marea de promesas que nos sirven en los medios de comunicación.

Mientras tanto, en las puertas de los supermercados entre los que hurgan los desechos de las fruterías, en los albergues y los comedores sociales la realidad es patética, alguien se está robando la dignidad de miles de seres humanos que no vislumbran la mano que les señale a los malhechores y aún menos el milagro que los expulsaría de las altas esferas del gobierno.

El aire se ha enrarecido y la desgracia se ha vuelto el plato de costumbre. Sigamos pues nuestro camino de indulgencias repartiendo mendrugos de pan a los que merodean los supermercados y Dios quiera que nuestro turno para enfrentar esos cajones de las fruterías tarde una eternidad.

Marco Antonio