martes, 16 de noviembre de 2010




EL BRUJO CARIBEÑO

El orisha se introdujo de un salto en medio del círculo de idolatras. Comenzó su discurso gesticulando con sus largos y huesudos brazos señalándolos de uno en uno con su dedo índice. Continuó hasta asegurarse de que todos estaban bajo su influencia, al borde de la histeria, mesmerizados por su mirada de ojos amarillos. La audiencia guardó silencio, petrificada por el miedo que siempre les producía la presencia del santero.
—Esta noche vamos a sacarle el diablo a la mujé de Mariano — manifestó el brujo dibujando una horrible mueca con sus labios. Vamos a empezá sacrificando al gallo para lavarle el espíritu a esta mujé con su sangre, entonces me fumaré un tabaco de los que me traje de la Habana y le soplaré el humo en las narices pa purificarle los pulmones. Toma nota Gumersindo, que la oración a Obatalá es pa invocar a los muertos mientras yo me enjuago la boca con el ron y le echo un buche en los ojos pa limpiarla de la visión de ese demonio que lleva escondío en la cabeza. Córtale el cuello al animá que se está poniendo muy inquieto.
Entonces, de sorpresa, El Oricha plantó sus dos huesudas manos sobre la cabeza de la mujer de Mariano y le gritó al tope de sus pulmones:
— ¡En nombre de Ochún, Changó y Eleggua despréndete de este cuerpo y regresa por donde viniste!
A la mujer se le pusieron los ojos como platos, comenzó a temblar y se resbaló de la silla dándose tal golpe en la cabeza que ocasionó que su cuerpo quedara tieso e inmóvil. Cuando llegó el médico de turno certificó que la mujer de Mariano había muerto de un sincope cardiaco. Posiblemente causado por un susto.

Marco Antonio