lunes, 16 de agosto de 2010


EL TRASTERO

Las cosas inanimadas también mueren, o eso creo. No dejan de existir como lo hacemos los seres humanos, pero sospecho que debe ser una terrible agonía de indefinida perseverancia. Es difícil imaginar o entender, pero si nuestras capacidades cognitivas estuviesen desarrolladas hasta el punto en que nos permitieran vislumbrar una realidad mentalizada, podríamos retroceder a un estado nano-molecular, reagrupar nuestros átomos y convertirnos, por ejemplo, en una escoba vieja.

¡Que idiosincrasia! ¡Convertirse en una entidad inanimada cuya vida útil ha llegado a su fin! Entonces estarías condenado a la penumbra de la ingratitud, acompañado de zapatos viejos, vestidos olvidados, muñecas de trapo y cartas de amor perdidas en un cajón. No, no existe un tanatorio ni un cementerio para las cosas inanimadas, en esta parte del mundo lo llamamos: El trastero.


Marco Antonio