martes, 30 de noviembre de 2010

TIEMPOS CUBANOS -En dos palabras



ÁGIL – MERCADO
Cursé el tercer grado en una escuelita primaria de la ciudad de Guantánamo que entonces era un pueblecito de a penas doscientas personas localizado en la región oriental de la isla de Cuba. Un timbre eléctrico nos indicaba la hora en que terminaban las clases y antes de que sonara por tercera vez, ya todos estábamos en el patio formando una fila india para salir a la calle. Lo primero que hacíamos era quitarnos los zapatos porque los de ir a la escuela eran, para la mayoría de nosotros, los únicos que teníamos y casi nadie en esos tiempos usaba calcetines porque en el trópico te sudan mucho los pies. Había pocas calles pavimentadas y muchos prados sin cultivar donde pastaban las vacas y los chivos. Cruzábamos aquellos espacios a toda carrera sin preocuparnos donde pisábamos. Había que ser muy ÁGIL para evitar las plastas de la mierda de vaca, de lo contrario era obligatorio una desviación al MERCADO para lavarnos los pies en la pileta pública antes de regresar a casa.


CARMELITA - REQUESÓN
Para la gente en Cuba CARMELITA es un color o una orden religiosa, también el nombre de una mujer. Yo conocí a una niña que así se llamaba y era tan fea y cutre que nadie hacía amistad con ella. Lo que en realidad detestábamos era el hedor de su cuerpo, olía a queso, pero nadie se atrevía a decirlo porque tenía un hermano tan grande, tan loco y tan apestoso que inspiraba terror. Apestaba igual o peor que ella. Entre los más listos, los aceptados socialmente en la clase de tercer grado, cuando nos referíamos al hermano de Carmelita, naturalmente a sus espaldas, le llamábamos REQUESÓN. Han pasado muchos años desde entonces y dado lo mucho que me gusta el sabor de ese queso ahora, me pregunto si yo hubiera desarrollado esta afición entonces, quizás seríamos amigos. En esos tiempos me consideraba el defensor de lo incondicional e indefendible y sin dudas, me hubiese cambiado de bando.


ENCICLOPEDIA - INFIEL
No existen palabras, frases o definiciones eruditas que describan satisfactoriamente la palabra INFIEL. La ENCICLOPEDIA y el diccionario reconocen que existe la condición, pero siempre queda un resquicio por donde se filtra la duda: ¿Es la infidelidad producto de una insuficiencia genética? ¿Será ese algo que sospechamos aprisionado en el subconsciente lo que nos permite cabalgar lo ajeno? Quizás sea una oscura costumbre cuyo origen es tan fundamental como arcaica y se remonta a los tiempos en que tomamos la bifurcación que nos separó de la rama de los primates. Desde ese entonces no necesitamos copular en la copa de los árboles, nos arrastramos por instinto sobre terrenos desconocidos que son propiedad de otros. Existe una sensualidad morbosa en todo esto, la toma de posesión por consentimiento mutuo es un proceso natural y hasta cierto punto inevitable. Hay que preguntarse si la palabra INFIEL realmente tiene sentido, quizás no debería existir, es un vocablo injusto, tanto para el que cabalga como al que se deja cabalgar.

Marco Antonio

miércoles, 24 de noviembre de 2010

PROSA POÉTICA




Los favores se compran, como el amor de gatas,
maúllas las promesas y las palabras ladran.
Para vender mentiras allí donde te arrastran,
escóndete en la noche y abrígate con lágrimas.
No hay campos de azucenas para soñar colores,
ni fibras de ternura o esencias de utopías
para enterrar caprichos y rompe corazones.
En las noches de duendes sin caminos de gloria
se zurcen calcetines con los hilos del tiempo,
las mentiras se duermen en la boca de un sapo
y las palabras se funden en un baile de espejos.
Son regalos de un diablo que rebuzna pasiones.
Llegarán los gorgojos a recubrir la tierra,
sin respetar caminos ni a los hombres sinceros
que se han ido a la guerra en sus trajes de luto
celebrando la muerte para llegar al cielo.
Mientras salga el sol reinará un mentiroso,
Arrastrará su cola, enseñará sus dientes,
Su torva cabeza y su escama letal.
Devorará al hermano, La fe que nos impulsa,
El amor de la sangre y hasta el último altar.


Marco Antonio

martes, 23 de noviembre de 2010




DEBAJO DE LA ALFOMBRA

La higiene comienza con uno mismo. Como los buenos modales, es algo que llevamos en los genes y lo practicamos sin prestar demasiada atención a su ejecución. Sabemos que el proceso conlleva cierto encanto personal, cierto grado de auto gratificación; para ser más explícito, el sentirse limpio y oler bien fortalece nuestra aura personal, Nos lleva a un estado de narcisismo que vivifica el ego y reanima la confianza.
Esto no siempre es cierto en todo los casos, como tampoco aplica a todas las edades ni periodos históricos. Por ejemplo, mi vecino de puertas es un hombre religioso, afable y respetuoso de sus costumbres ancestrales. Cenamos con él una sola vez, dada la determinante y violenta negativa de mi esposa, nunca más se repitió. Su mujer es una excelente anfitriona que se esmeró en la preparación de las especialidades del país de su cónyuge. Comenzó sirviendo el primer plato en una sopera de exquisito diseño con el borde o de oro, o dorado. Antes de comenzar, mi vecino de puertas extrajo de su bolsillo un amarillento pañuelo y procedió a sonarse la nariz estrepitosamente. Terminada esta actividad, la cual considero necesaria pero no adecuada para la primera cena entre vecinos, convirtió el pañuelo en una pequeña bolita húmeda y pegajosa, se inclinó por un costado de la mesa hasta tocar el suelo y discretamente la depositó debajo de la alfombra. Proseguimos con el primer plato, que era la sopa de ojos de pescados flotando en una crema de calabacines; los ojos de pescados son comestibles, pero para un aficionado es un plato difícil de tragar. Le llegó el turno a la ensalada: espárragos, aguacates y berenjenas. Las cáscaras del aguacate fueron removidas cuidadosamente y la señora, siguiendo el ejemplo de su marido, las depositó debajo de la alfombra. La carne y las patatas, constituían el plato principal adornado con arándanos , en mi opinión, fue el toque magistral de la velada. Las cortezas de los arándanos y las de las patatas encontraron su sitio adecuado debajo de la alfombra. Durante el postre se les permitió a sus hijos acompañarnos en el comedor. El más pequeño se trajo su orinal y plantándolo a los pies de su padre, comenzó ruidosamente a ejecutar sus necesidades. Al terminar la madre se ocupó de asearlo lo mejor que pudo ya que el crío rehusaba abandonar el receptáculo. Los papeles utilizados en el proceso de la limpieza, uno tras otro, encontraron también su sitio adecuado debajo de la alfombra. Mi mujer vomitó sobre la mesa y yo, más que vivo, medio muerto de vergüenza, ofrecí mis excusas.



Marco Antonio

martes, 16 de noviembre de 2010




EL BRUJO CARIBEÑO

El orisha se introdujo de un salto en medio del círculo de idolatras. Comenzó su discurso gesticulando con sus largos y huesudos brazos señalándolos de uno en uno con su dedo índice. Continuó hasta asegurarse de que todos estaban bajo su influencia, al borde de la histeria, mesmerizados por su mirada de ojos amarillos. La audiencia guardó silencio, petrificada por el miedo que siempre les producía la presencia del santero.
—Esta noche vamos a sacarle el diablo a la mujé de Mariano — manifestó el brujo dibujando una horrible mueca con sus labios. Vamos a empezá sacrificando al gallo para lavarle el espíritu a esta mujé con su sangre, entonces me fumaré un tabaco de los que me traje de la Habana y le soplaré el humo en las narices pa purificarle los pulmones. Toma nota Gumersindo, que la oración a Obatalá es pa invocar a los muertos mientras yo me enjuago la boca con el ron y le echo un buche en los ojos pa limpiarla de la visión de ese demonio que lleva escondío en la cabeza. Córtale el cuello al animá que se está poniendo muy inquieto.
Entonces, de sorpresa, El Oricha plantó sus dos huesudas manos sobre la cabeza de la mujer de Mariano y le gritó al tope de sus pulmones:
— ¡En nombre de Ochún, Changó y Eleggua despréndete de este cuerpo y regresa por donde viniste!
A la mujer se le pusieron los ojos como platos, comenzó a temblar y se resbaló de la silla dándose tal golpe en la cabeza que ocasionó que su cuerpo quedara tieso e inmóvil. Cuando llegó el médico de turno certificó que la mujer de Mariano había muerto de un sincope cardiaco. Posiblemente causado por un susto.

Marco Antonio

miércoles, 20 de octubre de 2010


ANÉCDOTA DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA

Ya no quedaba un romano en pié, los había vencido por tercera vez. Pero no se hacía ilusiones; sabía que vendrían por él. No tuvo que esperar mucho, Escipión EL AFRICANO apareció como por arte de magia al frente de un enorme ejercito y por primera vez se vio forzado a retroceder. Sólo le quedaban dos elefantes cuando abandonó Italia y hubo que comerse uno en el regreso a Hispania. La costumbre dictaba que primero se alimentaran los oficiales, después los soldados y por último las mujeres que acompañaban al ejercito.
Cuando llegó el turno de las mujeres, Anibal ordenó que a la suya le sirvieran su porción en su tienda privada. El plato consistía en cortezas de patatas y el rabo del elefante cocinado a la brasa. Efigenia, como se llamaba su mujer, descendió de su trono ciega de ira, no sin antes proporcionarle al esclavo que le servía de REPOSAPIÉS una patada en el trasero. Maldijo a los dioses, después a los generales y finalmente a todos los hombres incluyendo a su marido. Anibal, sin perder la calma, la miró con tristeza compadecido de su aparente pérdida de cordura y dirigiéndose al cocinero le preguntó si el elefante había dado abasto para alimentarlos a todos. El hombre respondió que aún quedaban los criados y la servidumbre. Anibal le pidió que se acercara y le susurró al oído:
— Esta noche cenaran cocido de tetas y rebanadas de nalgas— y sin más contemplaciones ordenó al cocinero que se llevara a su mujer.

Marco Antonio

miércoles, 13 de octubre de 2010


BANDERAS AL VIENTO

Vivía en un oscuro callejón de Madrid y se jactaba de conocer la vida privada de todos los que habitaban sobre su cabeza. Los cuatro pisos que se erguían a ambos lados del angosto espacio, sujetaban con precariedad una decena de balcones. Rara era la vez en que se podía ver el cielo, todo estaba ocupado por tendales donde se colgaban las historias de cada inquilino. Después de tanto tiempo habitando aquél lugar, Marcelino, de un vistazo podía reconocer los manteles, la ropa de cama, las piezas íntimas y hasta los calcetines de la gente mayor. Banderas al viento gritaba para el deleite de algunos y la angustia de otros cuando una nueva tanda de la colada aparecía en algún balcón.
—Hoy se cagó Don Eleuterio y Elenita la del tercero por fin se cambió las bragas— vociferaba a todo pulmón desde el callejón.

La Guardia civil no tardaba en aparecer para llevarlo arrastras al calabozo. Pero en pocos días ya estaba de regreso para gritarle a la colada de turno:

– ¡Hay un nuevo inquilino en el piso de Socorros, los calzoncillos del otro eran de patitas!


Marco Antonio

miércoles, 15 de septiembre de 2010

MI MÁQUINA DEL TIEMPO


Con los codos apoyados sobre la mesa del ordenador y los dedos entrelazados como racimo de plátanos, sujeto mi barbilla. Esta es la manera más cómoda para abrir la compuerta donde amasijo mis memorias, mi máquina del tiempo. La habitación encierra todo lo que necesito para crear éste islote imaginario. El tiempo nunca ha tenido mucho sentido ya que se alarga o se estrecha de acuerdo a mis necesidades: escribo, dibujo, computo y exprimo los recuerdos como si extrajera el zumo de una naranja demasiado madura.

El piso de esta habitación está cubierto con una estera de ratán que compré en Japón. Es uno de esos inexplicables misterios de mi vida haber disfrutado el sentarme cruzado de piernas hasta el punto de entumecerme de coyunturas en compañía de quienes era mi obligación entonces de convencer sin ser convencido. Yo en mi idioma y ellos en el suyo consumiendo algas, pescado crudo, té amargo y saki hasta llegar a un acuerdo, siempre inconcluso, que los directores sellaban con el brusco movimiento de sus cabezas y mi apretón de mano.

Las estanterías están repletas de libros leídos y por leer, retratos, láminas y carritos de juguete, también alguna de mis pinturas. Escribo a destiempo, cuando me florece en la piel las ganas de pasear por donde me tocó vivir. Los temas están anidados en mi cabeza, en un circo de experiencias que sufre de vagancia crónica. Pero de vez en cuando las hago bailar en el presente y reconstruyo exageradas situaciones cuando los recuerdos amenazan perderse en mi propio ombligo.

Fue en Tokio donde, por primera vez, probé las anguilas. La Junta de Directores de aquella compañía farmacéutica (todos, porque no faltó ni uno) decidió que ya era tiempo de elevar mis conocimientos gastronómicos y marchamos cuesta arriba hasta la cima de una colina donde estaba situada La Pagoda de las delicadezas celestiales.


La mesa era larga, ovalada y a medio metro del suelo. Allí me acomodaron. Los directores gesticulando muy emocionados se lavaban sus caras y sus manos con toallas remojadas en agua perfumada tan caliente que había que fruncir el seño o soltar un alarido de dolor. Entonces llegó el primer plato, pequeño y rectangular. La porcelana estaba decorada con una exquisitez de indescriptible belleza. Contenía cuatro humeantes pedacitos tubulares de textura rosada simétricamente colocados en el fondo de la diminuta concavidad. A primera instancia me parecieron salchichas, pero no, eran anguilas.

Una manera de preparar las anguilas en esa parte del mundo es atraparlas vivas, cortarlas en trozos y ahumarlas al vapor hasta conseguir una tonalidad rosada. Yo esperé a que mis comensales comenzaran a ingerir la curiosa delicadeza y al repasar sus rostros donde se reflejaba una deliciosa experiencia, me tranquilicé y decidí intentarlo. No fui lo suficiente valiente como para hincar el diente en aquellos atractivos sorullos, así que decidí tragármelos enteros, uno tras otro mientras le sonreía a mi público que me observaban con adoración.

Antes del segundo plato, el director se levantó y comenzó su discurso en inglés del cual no entendí una sola palabra. Las anguilas en mi estómago estaban escaldadas pero no muertas y en aquél preciso momento decidieron trasladarse de un extremo de mi estómago al otro. La sensación fue muy desagradable, la reacción de mi cuerpo, inmediata. Vomité con tal fuerza que el comensal al otro lado de la mesa, sin tener recursos para defenderse, se encontró cubierto de pies a cabeza con mis jugos gástricos y otros menesteres. Todos los orificios de mi cuerpo reaccionaron a la vez. Lágrimas saltaron de mis ojos y mis mocos escaparon por  mi nariz para engominar mi fronrdoso bigote y unirse a las lágrimas que rodaban por mis mejillas. Sentí la humedad en mis pantalones, me estaba orinando. Finalmente perdí el control de la esfinter y me cagué.

Fui inmediatamente trasladado al hospital y después de un lavado estomacal otra ambulancia me llevó hasta el hotel. Los comensales muy preocupados nunca me abandonaron, así que se apiñaron dentro del vehículo cuando medirigía al hospital y también en el viaje de regreso. Muy emocionante y extremadamente educado de parte de ellos. Mi habitación amaneció inundada de flores y algo más tarde, los comensales desfilaron, uno por uno para expresar su vergüenza al haberme “ofendido” de tal manera.

Nunca olvidaré aquella visita. Como punto final añadiré que el incidente de las anguilas me ganó la firma del director y unas condiciones comerciales sumamente ventajosas.


Marco Antonio

lunes, 30 de agosto de 2010

EL DIABLO ANDA SUELTO...


El Diablo anda suelto. Le han facilitado papel y pluma y un espacio en la web. Ahora sabremos toda la verdad sobre Dios.


La maldad estaba allí, desde el principio, mezclada con todo lo demás. Era tan necesaria como las bondades y las buenas intenciones para crear del caos un Universo coherente. Sería pretencioso de mí adjudicarle a Dios la idea de mi instauración; bastaba con la pésima ocurrencia de haber infiltrado al hombre proporcionándole credibilidad y adornándolo con esa fábula del paraíso y las subsecuentes historias.

La verdad es que Dios existe, que siempre ha estado ahí. Podemos asignarle el nombre que se nos ocurra porque nada cambiaría, estamos aquí y este inesperado fenómeno debe ser suficiente para convencernos de su existencia. Somos parte de una secuencia de eventos demasiado compleja para comprenderla con las limitaciones impuestas en nuestro subdesarrollado cerebro. Es un proceso evolutivo del que yo también soy parte.

Cuando despertó la conciencia, vine con ella, yo soy el lado oscuro de todo ser humano. Llámame la parte imperfecta del proceso, la condición necesaria para que se produzca la chispa de transición que señalará el final de nuestra especie; tarde o temprano llegará. Conmigo no existen problemas de nombres, a través del tiempo se me ha conocido por muchos apodos e infinidad de formas, tampoco existe la duda sobre cuales son mis verdaderas intenciones: soy la fase auto destructiva de nuestro cerebro. Llegamos con el tiempo y con el tiempo nos extinguiremos, yo, con todo mi poder sobre el resto de la humanidad no tendré ninguna consecuencia en la totalidad del proceso.¿Entonces que será de la Creación, de Dios, si es así como prefieres llamarle? No es de nuestra incumbencia, no creo que seamos tan importantes en el contexto del Universo. Somos un prototipo más en un indefinido planeta entre muchos donde las constantes coinciden por accidente y en todas yo estoy representado de alguna forma para que dichas condiciones regresen al desorden y el caos continúe evolucionando.

Tanto Dios como el Demonio somos partes de las exigencias que le dan sentido al Cosmos.


Marco Antonio

viernes, 27 de agosto de 2010

LA LLAMADA DE LA SELVA



Mowgli nunca llegó a entenderlo, su instinto no era suficiente. Había llegado la hora de asumir su lugar como adulto entre los jóvenes de su edad, los que siempre se habían encargado de la vigilancia y la defensa del grupo. En su interior sentía el poderoso llamado de la jungla y lo que ello implicaba, pero no podía entender por qué lo rechazaban, tenían que sobrevivir pero a él no se le permitía formar parte del orden natural en la estructura de su especie. Hacía ya tiempo que prescindía del cuidado y la protección de su madre y esa tácita actitud, ese repudio colectivo, era una ofensa que poco a poco se había convertido en una obsesión. Quería probarles a todos y así mismo que era valiente y digno de ser aceptado, necesitaba sobresalir y ser la envidia de la especie. Le angustiaba el anonimato y el no ser reconocido. Su destreza, su habilidad y su inteligencia no tenían rival.


Más que nada, era fundamental que ella se sintiera especialmente orgullosa en su presencia. Habían descubierto el sexo y los placeres de la concupiscencia juntos y esa revelación era como una pócima que los hacía concientes de la imperativa biológica que comenzaba a dominar todos sus sentidos. Un fuego ancestral le consumía las entrañas, sentía más que nunca la llamada de la selva, el instinto de preservación de la especie. Aunque no lo sabía, estaba perdidamente enamorado de la mona Nacha.



Marco Antonio

lunes, 16 de agosto de 2010


EL TRASTERO

Las cosas inanimadas también mueren, o eso creo. No dejan de existir como lo hacemos los seres humanos, pero sospecho que debe ser una terrible agonía de indefinida perseverancia. Es difícil imaginar o entender, pero si nuestras capacidades cognitivas estuviesen desarrolladas hasta el punto en que nos permitieran vislumbrar una realidad mentalizada, podríamos retroceder a un estado nano-molecular, reagrupar nuestros átomos y convertirnos, por ejemplo, en una escoba vieja.

¡Que idiosincrasia! ¡Convertirse en una entidad inanimada cuya vida útil ha llegado a su fin! Entonces estarías condenado a la penumbra de la ingratitud, acompañado de zapatos viejos, vestidos olvidados, muñecas de trapo y cartas de amor perdidas en un cajón. No, no existe un tanatorio ni un cementerio para las cosas inanimadas, en esta parte del mundo lo llamamos: El trastero.


Marco Antonio 

viernes, 6 de agosto de 2010

EL ÚLTIMO REFUGIO





El informe del forense leía más como ciencia ficción, no como un documento procedente de la morgue de vextor VII. Allí en letras de molde se certificaba que Wenceslao Abalzisketa había fallecido de un infarto del miocardio; una condición prácticamente desconocida desde la segunda mitad del siglo XXVIII. Los avances tecnológicos en el campo de la medicina no contemplaban la posibilidad de una ocurrencia de esa naturaleza. Para entonces se había erradicado el cáncer, la formación de aneurismas en el sistema cardiovascular, la enfermedad de alzheimer, la gripe y las múltiples condiciones biológicas y psíquicas que causaban la disfunción eréctil, una situación que en los últimos dos siglos había contribuido drásticamente a la merma de la población del planeta.


En el caso de Wenceslao su ADN simplemente dejó de regenerarse y su cuerpo comenzó a envejecer de manera exponencial. Según pasaban los días su organismo languidecía creando un estado anímico que deterioraba inexorablemente acercándose peligrosamente a los límites de una realidad desconocida para la ciencia. Nadie pudo explicar la inesperada aparición de esta condición: un cuerpo cuyos órganos internos envejecían y que a la vez, en su exterior, parecía retroceder en el tiempo disminuyendo en tamaño y aspecto físico. Aún así, luchó hasta el último momento, rehusando a darse por vencido y abandonar el espacio físico que ocupaba. Ocurrió sin previo aviso. Su corazón dejó de latir y Wenceslao se convirtió en la última estadística procedente de vextor VII. Un nombre más en la base de datos que contabilizaba las defunciones del planeta y su satélite.


La muerte de Wenceslao marcó el principio del reconocimiento que en el planeta estaban ocurriendo anomalías físico-ambientales alarmantes. El tiempo parecía alargarse, se comprobó que el movimiento gravitacional del sistema estaba cambiando, respirar se hacía mucho más difícil. Nadie prestaba mucha atención a los cambios, excepto los científicos, la gente se divertía saltando de un lugar a otro con una agilidad sin precedentes. Debido a la merma en la gravedad, desconocida por el público en general, se producía la sensación de que al moverse con prisa uno flotaba ligeramente en el espacio.


Pronto otras muertes como la de Wenceslao comenzaron a registrarse en otros vextors del planeta. El pánico cundió cuando los medios de comunicación lanzaron al aire la noticia de que la luna estaba perdiendo su equilibrio gravitacional y se acercaba peligrosamente a la tierra. Los preceptos que siempre gobernaron la astro física contemporánea estaban siendo cuestionados. Entre los eruditos se contemplaba seriamente una vieja hipótesis: El tiempo y la luz podían extinguirse por el vórtice de un agujero negro cuya fuerza podía desfigurar el equilibrio del universo. Si eso ocurría, volveríamos al caos, donde todo concepto era invalido y el tiempo nunca tuvo sentido…


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Los lentes bifocales de Bartolo se estrellaron contra el piso cuando su cuerpo comenzó a deslizarse por la superficie de su sillón de cuero acolchonado. El ordenador emitió una serie de pitidos y la pantalla parpadeó. Bartolo despertó alarmado y recuperó su postura. Clavó sus ojos en la imagen, pero sin los bifocales no podía descifrar lo que había escrito. Recogió los lentes de la alfombra y los ajustó sobre el puente de su nariz. Miró el reloj en su muñeca y haciendo un esfuerzo mental recordó que sólo había logrado desarrollar dos páginas del artículo que escribía para PULP MAGAZINE, una publicación dedicada exclusivamente a la ciencia ficción. Volvió a mirar su reloj y decidió que era mejor irse a la cama, manipuló el ratón hasta que el ordenador dejó de emitir el monótono ruido del ventilador y la pantalla se oscureció hasta parecer un agujero negro. Bostezó. se levantó del sillón y abandonó la pequeña sala. Subió con dificultad la escalera de caracol que lo llevaba a su alcoba en el ático y abrió la puerta. El ensordecedor silencio le golpeó los sentidos, la total oscuridad lo aterrorizó, pensó que si daba un paso más caería al vacío. En los agujeros negros no existían las dimensiones, ni el concepto del tiempo era válido. La terrible fuerza magnética se tragó al escritor, su cuerpo, junto con el resto del universo regresaron al caos.



Marco Antonio.  

lunes, 2 de agosto de 2010

EL DIAGNÓSTICO


EL DIAGNÓSTICO

Melesio abrió el sobre y extrajo el informe médico. Sabía que en aquella solitaria página se encontraban los resultados de meses de investigación. Una simple hoja de papel que albergaba la decisión final de los expertos. Resistió la tentación de ir directamente a las conclusiones y se esforzó por comenzar desde el principio, dedicando toda su atención a leer detenidamente el elegante encabezamiento con los nombres y credenciales de los médicos de aquel ilustre recinto de las ciencias.

CLÍNICA MONTE DEL OLIVO

Calle de Las Tres Cruces, reparto Santo Cielo. Cataluña, España.
Director: Dr. Dagoberto Sinpiedad del Monte. Cirugía cerebral e investigaciones neuropsicológicas.

Dr. Cresenciano Aguadensa de la Mansa. Cardiología y cirugía vascular.

Dra. Domitila Hemorral Ferroso. Gastroenterología, especialista en anormalidades del sistema digestivo.

Dr.Próculo Cantagallo Piedras. Higado y riñón e investigaciones de los procesos hormonales y endocrinos. Patologías del sistema inmunológico.

Dra. Rufina Diosmediante. Nariz, garganta y oídos.

Dr. Atanasio Fluviales de la Cuenca. Proctólogo y Dermatólogo.

Melesio sintió la exuberancia que produce esa sensación de encontrarse en buenas manos, protegido y sin las preocupaciones y el riesgo al que uno se somete cuando se entrega por ignorancia o razones económicas a la mediocridad de la medicina pública. Estaba convencido de que aquellos ilustres profesionales de la salud que encabezaban la página de su informe estaban acreditados por años de experiencias, descubrimientos inauditos y publicaciones cuyos volúmenes establecían las pautas por las que se rigen los nuevos procedimientos. Un impresionable equipo que, indudablemente en conjunto, representaban la impenetrable defensa de la que no escapaba ninguna anomalía o enfermedad por mas oscura que fuese.

Con una amplia sonrisa dibujada en el rostro, finalmente fijó sus ojos en las precisas líneas centradas en medio de la página:

DIAGNOSTICO COGNITIVO
Clínica Monte Olivo. Junta de Directores
Sr. Melesio Aguaviva:

LO SUYO NO TIENE REMEDIO

Dr. Dagoberto Sinpiedad del Monte. M.D.




Marco Antonio



domingo, 1 de agosto de 2010

PASA LA VIDA





Para él, la vida no cambiaba, era una puta rutina. Se bebió su primer whisky a las ocho de la mañana. Se fue al baño y sin pensarlo dos veces, con los ojos semiabiertos meó a chorros y sin puntería sobre la tapa del inodoro. Escupió en el lavabo y se enjuagó la boca. Se vistió rápidamente con el mono de mecánico, calzó las alpargatas y la gorra con la insignia de los Yankees y se guardo la caneca del whisky en el bolsillo trasero. La rutina se repetía una y otra vez. Bajó las escaleras de dos en dos en el mismo momento en que el perro de su vecino Anselmo las subía de cuatro en cuatro. El último tramo lo terminaron en seis patas, las cuatro del perro y las dos de él esparramadas por el descanso de la escalera. El animal aulló del susto, pero se recuperó y corrió escaleras arriba como alma que lleva al diablo. Él no supo cuanto tiempo estuvo inconsciente, finalmente despertó y se levantó con trabajo vociferando palabrotas dirigidas al perro y llevándose la mano al bolsillo trasero del mono para asegurarse que la caneca de whisky estaba a salvo.

Ya en la calle apresuró el paso hasta llegar al callejón donde, como siempre, se dio su segundo trago. Cruzó la avenida, compró el periódico, un café y una bolsa de magdalenas. Media docena de pasos más adelante desapareció por la doble puerta del garaje. Anselmo, como siempre, trabajando debajo del Audi. Samaniego mirándolo a través de los mugrientos cristales de la oficina en el entresuelo, otra vez abrió la ventana corrediza y le gritó:
— ¡Llegas tarde!
— ¡Que te follen!—le contestó el otro entre dientes.
Recogió la escafandra de soldador del suelo y se la encasquetó en la cabeza. Levantó la tapa protectora y extrayendo la caneca de whisky, consumió su tercera ronda del día. Con una voz ronca y rabiosa se dirigió a las piernas de Anselmo que sobresalían por debajo del Audi y les dijo:
—Le voy a partir las patas a ese perro callejero que tú dejas realengo por ahí. Hoy por poco me rompo la nuca cuando tropecé con él por las escaleras. El muy cobarde escapó aullando y meándose. ¡Menuda mierda de animal! El otro no se dignó a contestarle. Se disponía a encender la pistola del soldador con el mechero cuando el Mercedes Benz SLK Clásico frenó de improviso a menos de un metro de las piernas de Anselmo.

La voluptuosa figura descendió del coche hecha toda una furia y se dirigió directamente al corpulento hombre con la escafandra y el olor a whisky barato. Se acercó lo suficiente como para aplastar sus recién siliconados senos contra el mono grasiento agarrándolo firmemente por el bulto en la entrepierna donde su sensibilidad lo desproveía de defensas.

—¡Despaché a los sirvientes temprano, descorché mi mejor vino y te esperé pasada la media noche! No es muy caballeroso dejar plantada a la que te provee el único trabajo donde te puedes esconder. A mi hermano Samaniego no le caes muy bien y si no te ha echado a la calle es porque yo estoy por el medio —le dijo de carretillas, sin parar para coger el aire.

Él no pronunció una palabra, se desprendió de la careta de soldador y la miró sin una pizca de simpatía, buscó la caneca en su bolsillo trasero y se echó un trago generoso a la boca. Sin más preámbulos la ciñó por la cintura y arrastrándola hacia el mugriento cuarto de servicio, cerró la puerta. Pasó el tiempo y todos continuaron su trabajo como si nada hubiese pasado. Más tarde, la voluptuosa mujer abandonó el inodoro totalmente desaliñada, con la melena platinada revuelta y salpicada de aserrín. Sus pechos de silicona mal ubicados por la falta de tiempo y un espejo, nunca se asentaron correctamente dentro del diminuto sostén. Subió al coche sin despedirse y como un bólido desapareció del taller en su flamante Mercedes Benz SLK Clásico dejando atrás la estela de un extravagante perfume. Él, como en otras ocasiones, la siguió con la mirada hasta que el coche se perdió de vista al doblar la esquina y se repitió a sí mismo:

— Esta noche, como todas las noches, estarás esperándome en el sofá como una perrita en celo.

Volvió a la mesa de trabajo, se ajustó la escafandra y prendió el soplete de acetileno con el mechero. Hizo una pauta, levantó la compuerta que le cubría el rostro y extrajo la caneca de su bolsillo trasero. Para su sorpresa sólo quedaba un residuo en el fondo,la vació de un trago y arrojó la botella a la papelera. Anselmo asomó la cabeza por un costado del Audi como siempre lo había hecho, meneandola de lado a lado y se dijo a sí mismo:

— ¡QUE MANERA DE PASAR EL TIEMPO! Sólo tomó un instante para que el perro lo desnucara, pero ya ha pasado una eternidad y aún sigue en el limbo. No quisiera estar aquí cuando se de cuenta que este lugar no es más que una sala de espera y que el whisky ahora se le ha acabado.

viernes, 9 de julio de 2010

ACTO DE VALENTIA



Alcanzó la botella de anís, la destapó con los dientes y llevándosela a los labios la terminó en dos sorbos. Se estremeció cuando el licor comenzó a quemarle las entrañas. Sintió como la adrenalina comenzaba a fluir por todo su cuerpo devolviéndole la confianza, llenándola de valentía. La decisión no se hizo esperar.

Fijó la vista en el lugar exacto sobre el piso de madera pulida, aguantó la respiración, calculó mentalmente la distancia y se abalanzó sobre el objetivo con ciega determinación. La bota de piel, un diseño de último estilo de la moda francesa, aplastó la cucaracha. Por primera vez en su vida había conquistado el terror y la fobia a los insectos. Allí quedaba el testimonio en una emulsión de apéndices y fragmentos de alas.

domingo, 27 de junio de 2010


          PASE SIN LLAMAR

Cornelio lo tenía todo. Era rico, propietario de su propia empresa, una mujer hermosa y dos hijos virtuosos; uno estudiaba el violín, la otra el clavicordio. El problema era que Cornelio era negro como el carbón y sus hijos no. Siempre pensó que podría haber sido una degeneración intramolecular causada por la prolongada exposición a los rayos infrarrojos y ultravioletas en las regiones árticas. Fue allí, en el Polo Norte, donde conoció a su esposa, la hija del jefe de la tribu próxima a donde se ubicaba el campamento de los científicos. El grupo, organizado por El Departamento de Ciencias Naturales de Las Naciones Unidas, investigaba las migraciones de los elefantes de la era paleolítica superior en aquellas regiones. Participaban en la aventura, Investigadores alemanes, suecos, rusos y el africano Cornelio. Llevaban más de un año desenterrando huesos de Mamut para el Museo de la Universidad Humboldt en Berlín cuando Mekkaha lo invitó a pasar la noche en su inuktitut, mejor conocido como Iglú o casa de nieve con forma de cúpula. Por otro lado, a Cornelio siempre le preocupó esa extraña costumbre de las mujeres esquimales de ofrecer privilegios sexuales a todos los que entraban por el hueco de su iglú. Se les consideraba malas anfitrionas si no observaban el protocolo. Cuando alguien asomaba la cabeza por el agujero de la entrada, ellas, a manera de costumbre y con una adorable sonrisa le invitaban a quedarse diciendo: "Pase sin llamar"; aún así, pese a las incongruencias que existían entre él y sus dos hijos, Cornelio siempre pensó que lo tenía todo: una hermosa mujer esquimal, un niño pelirrojo que estaba destinado a ser virtuoso del violín y una niña rubia de ojos azules que ya tocaba el clavicordio.


Marco Antonio

miércoles, 23 de junio de 2010



VÍCTIMA DE LAS CIRCUNSTANCIAS

Me habían acusado de participar en actos lúdicos y exposición indecente en un establecimiento público. Una interpretación contenciosa y arbitraria, a mi juicio. el abogado de oficio no concurría con mi opinión y sugirió que debería declararme culpable. Pedí que me cambiaran al letrado; no lo conseguí.

Ermenegilda era la dueña. Oficiaba de camarera parte del tiempo, la otra parte, como anfitriona del negocio. Estábamos allí respondiendo a la solicitud que ella había publicado en el periódico. Buscaba hombres con experiencia para actuar como "strippers". En verdad, aquello era un cabaret, un lugar altamente conocido por la sociedad hippiosa de la ciudad por el sensacionalismo de sus funciones teatrales: la sátira del doble sentido, el alto contenido sexual y sí, las aberraciones que ocurrían discretamente tras el cortinaje que separaba el bar-teatro del resto del local de atrás, en la parte oscura de un pasillo que siempre olía a Channel # 5 y donde estaban las habitaciones iluminadas con bombillitas rojas y las camas de agua arropadas con sábanas de satén negro.

Cuando llegó mi turno para ser entrevistado, ella me miró fríamente de arriba abajo y se detuvo en el área de mi cuerpo a nivel del entresijo. Allí clavó sus ojos escudriñando cada centímetro de mis protuberancias que por razones legales estaban cubiertas lo justo para no violar las ordenanzas municipales. Después de un largo rato, por fin relajó la experimentada e incandescente mirada y con un movimiento de cabeza me dio el visto bueno.

Ya para el tercer día de trabajo era lo bastante famoso como para ser reconocido por la clientela femenina que fluctuaba entre los diecinueve y ochenta y nueve años de edad. Llegado el momento cuando ya me había despojado de la última prenda y sólo quedaba protegido por el hilo dental, docenas de manos con uñas pintadas de colores fosforescentes se abalanzaron sobre mí. Continué moviendo mi pelvis mientras que las manos sin nombres prendían billetes de veinte euros por los bordes de mi pequeña y frágil indumentaria.

La viejecita de ochenta y nueve años fue la que dio el tirón final dejándome a la intemperie en el justo momento en que la policía irrumpía en el local.

—¡Quiero un nuevo abogado! ¡ Noo! ¡ Esa vieja no es mi madre y no me iré a casa con ella, auque haya pagado la fianza!


Marco Antonio

martes, 22 de junio de 2010


¿DONDE ESTABAS ANOCHE?


Tres kilómetros bajo el mar, el volcán se estremeció y por las grietas que se iban formando con cada tremor se desprendieron burbujas de gases tóxicos que causaban la ebullición instantánea de la masa oceánica. En cuestión de segundos toda materia viviente alrededor de las fisuras dejó de existir. El volcán tardó tres días más en vomitar su mortífera carga. Las entrañas de la tierra se volcaron en una trayectoria en espiral buscando la superficie. Todo el espacio que momentos antes ocupara el mar, ahora era una masa hirviente de roca humeante y gases sulfurosos. El mar se de desplazó para hacer lugar al nefasto fenómeno.

Las gigantescas olas se acercaban a la costa. Varias islas ya habían sido tragadas sin que sus habitantes hubiesen tenido oportunidad de intentar protegerse. Habían desaparecido sin dejar rastro de que alguna vez existieron. Era de madrugada cuando los primeros efectos del “Tsunami” se sintieron en las costas de Sumatra. El litoral desapareció bajo el impacto de la primera masa de agua. Las olas medían aproximadamente diez metros y arrastraron animales y a seres humanos kilómetros tierra adentro. La ola más imponente y mortífera, destrozó los edificios y abrazó en un sueño eterno a casi toda la población. Aquellos que aún dormían ignorantes de la tragedia, murieron sin enterarse de nada. Para ellos las preocupaciones y las expectativas de ver a sus familias proliferarse y forzar realidades de las ilusiones, dejaron de ser. En un instante se apagaron todas las fantasías secretas que abrigan las almas de aquellos acostumbrados a vivir al borde de la extrema miseria.

Sólo quedó un faro flotando en la corriente de las aguas turbias y los cadáveres hinchados, La Iglesia Episcopal de los Defensores de la Fe. El Párroco horrorizado miraba por la ventana del campanario. Entonces elevando sus ojos hacia el cielo, le preguntó a Él: ¡¿Dónde estabas anoche?!

Marco Antonio.






domingo, 20 de junio de 2010






     Y A PESAR DE TODO


Siempre me he esforzado en creer que desde este lugar donde mi vocación me ha llevado, te veo con los ojos de Dios. Oigo tus confesiones todas las semanas y mis manos tiemblan cuando en los días que administro la eucaristía te arrodillas frente a mí y mis dedos rozan tus labios al depositar el cuerpo del Señor en tu lengua húmeda. Sufro y soy consecuente del pecado que me llevará al infierno. Desde el púlpito, cuando encuentro tus ojos, me pesan las palabras porque en ellas se esconden sentimientos impuros nada dignos de un sacerdote. Hago penitencia, me arrepiento de mis lúdicas fantasías y me miento a mí mismo pensando que todo ha sido una prueba, un momento de tentación que ya he superado, que puedo continuar caminando con paso firme en la fe y en los preceptos de mi Iglesia protegido por mis propias convicciones, Y A PESAR DE TODO: Te sigo queriendo y deseándote desesperadamente.

Marco Antonio


sábado, 12 de junio de 2010


                                     WOODSTOCK




Me miró con aquellos ojos biliosos flotando en el humor amarillo que ahora inundaba sus cuencas profundas. Trató de sonreírse y me regaló una mueca. De los extremos de sus labios agrietados escaparon dos hilos de espesa saliva en burbujas malolientes. Corrí a socorrerla, la limpié lo mejor que pude y besé su frente. Inconscientemente me apoyé en su pecho, de la turgencia de otros tiempos sólo quedaba una gelatina de pellejos que cubría los costados de su caja torácica.

Fue mi amante por más de una década. Ahora moría la muerte que ella misma había elegido. Este era su pago por la deuda de tantos años de concupiscencia en el “village” de Nueva York. La droga, la comuna, la insaciable búsqueda de nuevos placeres habían horadado el camino por donde las consecuencias de aquella vida descabellada regresaban a cobrar su precio. Ya no quedaban defensas fisiológicas en el guiñapo de su cuerpo, la enfermedad las había devorado impunemente en el silencio interno de sus células. Ésta era nuestra despedida. Su médico de cabecera, a la entrada me susurró al oído que no vería otro amanecer.

Descolgué la guitarra y tantee sus cuerdas para arrancarles aquella melodía que tantas veces compartimos a la luz de las velas en noches de verano. Melodía que nació y murió como el amor en una escalera de la calle Mulberry. Fue nuestro tiempo joven en el “village” de Nueva York. Ella, desde su cama, trató de acompañarme como lo hacía entonces. Sólo sus labios resecos y agrietados se movieron al compás de las notas de la guitarra persiguiendo mi voz trémula, en harmonía con las lágrimas que me nublaban las gafas. Entre estrofas me inventé historias de aquellos tiempos, le hablé de los que compartieron nuestra cama y de la experiencia en “woodstock” cuando nos unimos a miles de “hippies” en la más apocalíptica aventura de los años sesenta.

Seguí arañando las cuerdas después de que ella había escapado a mejor mundo. En ese místico momento, la mueca desapareció de su rostro y la primavera de una sonrisa se retrató otra vez en su semblante. Dejé de tocar y la besé en los labios. Monté la guitarra a mis espaldas y sin mirar a tras, me alejé por el pasillo cargando un manojo de memorias. Reflexioné mientras tragaba en seco la amarga realidad de que también mi vida se apagaba. 





Marco Antonio

martes, 8 de junio de 2010


FELICES SUEÑOS

“Tendrás que quitarte esos zapatos y guardarlos donde las personas normales lo hacen —dijo ella casualmente mientras introducía el palo de la aspiradora por debajo del sofá—. No sería mala idea —continuó con el mismo tono condescendiente — que te levantaras y me ayudaras a mover este armatoste para que yo pueda limpiar como es debido. Tampoco estaría mal si sacaras al perro antes de que se orine por toda la casa o se cague frente a la puerta de la cocina en señal de protesta por sentirse constantemente ignorado en sus momentos de necesidad. Si no te importa, se está haciendo un poco tarde y ya podrías sacar la basura, sin olvidarte que en ese cuarto que llamas “oficina” tienes la papelera desbordada. Ah… de paso puedes bajar al fregadero las tazas de café, sucias y atascadas con bolas de papeles estrujados, que siendo el colmo de la vagancia que eres, les has asignado la función secundaria de zafacones para desperdicios de última hora. Todavía está la ropa del trabajo esparcida sobre la cama y cuando fuiste al vater no te preocupaste de descargar la cisterna. Tu caca sigue flotando allí esperando por alguien que le de paso. Ese alguien fue tu hijo que, a propósito, mañana cumple cuatro años y aún no le has comprado un regalo, el que se encargo de pintar todos los azulejos de marrón verdoso con tu excremento. Si piensas que hoy habrá cena, estás muy equivocado, porque no he tenido tiempo para ir al supermercado, así que vete preparando porque esta noche cenaremos fuera y no te saldrás con la tuya llevándonos a Burger King. Para asegurarme de que no te escurrirías, invité a tus padres y fueron ellos los que eligieron el restaurante, ese de cuatro estrellas donde sirven la carne media cruda estilo americano. Mañana es sábado y tu hermana traerá a sus niños para que fraternicen con nuestro Pablito. Yo tengo clases de Yoga, así que tú te quedarás cuidándoles y ya te dejaré instrucciones para que les prepares el almuerzo”.

Me levanté del sofá y siguiendo sus instrucciones removí los zapatos y los llevé al lugar designado para esos menesteres. Regresé inmediatamente al salón y la ayudé a mover el mueble. En ése momento, le obsequié mi mejor sonrisa. Me dirigí hacia la cocina, extraje la coca-cola de nevera y en su jarra favorita deposité los cubitos de hielo y una cascarita de limón. Debajo del fregadero encontré la cajita amarilla con letras rojas. Disolví cuatro cucharadas soperas en la efervescente coca-cola y esperé hasta que no pude detectar residuo alguno. Confirmé el contenido de la cajita y leí las advertencias en letras rojas.

Regresé donde Melinda y le ofrecí el refresco, al verlo, apretó el botón de la aspiradora y el silencio invadió la sala de estar. Tomó la jarra de cristal por el asa y se bebió el contenido en cuatro sorbos.

—Gracias —me dijo sin apenas mirarme e inmediatamente volvió a prender la aspiradora.

Subí a la habitación y comencé a recoger la ropa desperdigada por toda la cama. Me dirigía hacia el baño para inspeccionar el daño que Pablito había causado cuando oí el inconfundible ruido que produce un cuerpo cuando se desploma sobre un piso de parquet y me dije a mí mismo:

FELICES SUEÑOS.



domingo, 30 de mayo de 2010


SIN RUMBO FIJO

Siempre hay una hora que cumple rigurosamente con el asombroso proceso de esta trayectoria sin rumbo fijo. La hora de morirse. Llegase donde llegases, el principio siempre es un acto sin conciencia racional. Según se va desprendiendo la membrana amniótica, despierta la primavera del proceso evolutivo, germina la esencia de nuestro carácter y damos rienda suelta al idioma con qué expresamos lo ya escrito en los peldaños de la escalera. Esa hélice que lleva la irremediable secuencia desde donde comenzamos hasta donde terminamos. Entonces, al final de esa cadena, cuando ya no haya instrucciones que seguir y estemos a punto de apagarnos para siempre:
¿Habrá algún mensaje aún no descubierto en la estructura, que satisfaga todas esas preguntas que quedaron sin contestar?

Marco Antonio

miércoles, 26 de mayo de 2010


PREOCUPACIÓN

La angina le golpeó sin avisarle. Su semáforo interno había cambiado de color y ahora la luz estaba en rojo. Sintió que los cuatro jinetes de la Apocalipsis cabalgaban sobre su pecho sin ir a ninguna parte. Pensó que había llegado su hora y que no volvería a tener la oportunidad de beberse otra Coca-cola.
Miró su reloj y le preocupó el tiempo. No llegaría a su destino por su propia negligencia. Aún estaba haciendo la digestión y se empeñó en salir a toda carrera a sabiendas de que estaba jugándose el todo por el todo. Ahora los caballos se empeñaban en aplastarle el corazón para llevárselo a donde van los corazones que ya no pueden dar la bienvenida al flujo sanguíneo que se desplaza por las arterias a la presión en que explotan los pozos de petróleo. Pensó que los jinetes ya se habían apoderado de su objetivo y marchaban por donde vinieron. La Coca-Cola definitivamente no volvería a probarla porque en esos momentos la saliva inundaba el conducto a su garganta y no podía respirar. Trató de establecer su posición pero no atinaba a saber si estaba de pie o acostado, no veía el cielo ni tampoco sus zapatos. Decidió quedarse quieto, sin importarle mucho hacia donde apuntaba su nariz. Su preocupación era otra: Había corrido escaleras arriba porque la llamada telefónica decía que, al parecer, la cisterna del inodoro en su piso se había quedado atascada y el agua salía a borbotones por la rendija de la puerta. ¡Mierda! Las alfombras a penas hacía unas semanas que las habían instalado y aún le quedaban trece pagos para que fueran suyas.


Marco Antonio

martes, 18 de mayo de 2010

MANDO A DISTANCIA

A ver abuelita te estoy mirando desde el balcón aquí en el sexto piso. Veo que llegaste al parque sin problemas pero ahora empezó a llover y tú no llevas el paraguas.
Por favor, muévete un poquito hacia la derecha. No, no, eso es mucho, un poquito hacia la izquierda. Ya, ya, eso es suficiente. Ahora despacito hacia adelante, un poquito más. Para, para, ya está bien, casi has llegado. Ahora da un pasito hacia el lado. No, eso fue hacia la izquierda, quise decir hacia la derecha. Bien, no te muevas, ya estas bajo techo, y delante de ti hay un banco, y a tu lado derecho, si estiras el brazo puedes tocar un árbol. Suelta al perro y descansa el bastón contra el árbol. Ahora sólo tienes que darte la vuelta despacito y sentarte. ¡Si, si, ya oigo al perro ladrar! ¡Sí, está ladrando como un loco, no le hagas caso!  Haz lo que yo te digo, vírate y siéntate por favor.

¡Lo bordé! ¡Cayó por el hueco de la alcantarilla! Jodido perro, por poco lo arruina todo, gracias a Dios que estos teléfonos móviles son una maravilla. Espero que no tarden mucho en leer su testamento.

Marco Antonio

lunes, 17 de mayo de 2010

ISMAELA



Ismaela consultó el reloj de la cocina. Faltaban siete minutos para que sintiera la llave en la puerta. Se apresuró a apagar el horno segura de que el asado estaba en su punto. Un último toque a la decoración de la mesa. Las velas, las copas y la botella de burgundy en la hielera. Corrió hacia la puerta con la bandeja repleta de pétalos de rosas en una mano y el aerosol de nata montada en la otra.
Con mucho cuidado construyó un sendero de pétalos desde la puerta de entrada hasta la alcoba. Allí se desnudó, se acostó en la amplia cama y roció el aerosol de nata sobre sus pechos y sus partes más íntimas y esperó con ansiedad. Faltaban dos minutos.
El sonido metálico de una llave reveló su presencia. Ismaela contó los pasos que se acercaban, uno, dos, tres …
Enmarcada en la puerta de la habitación la mujer de melena dorada esbozó una sonrisa y comenzó a despojarse de sus vestimentas.

Marco Antonio

sábado, 15 de mayo de 2010


TENDREMOS AYUDA

¿Cómo se trata al inconsciente de cabeza hueca que orina contra el viento y no le importa mojarse la cara? La tendencia contemporánea es acostumbrarse a comer con la misma cuchara y escuchar con los mismos oídos porque aunque digerimos la información de distintas maneras, no todo lo desechable va a parar al intestino grueso. Por efectos de la peristalsia algo se escapa e invade el cerebro. Entonces, los de cabeza hueca, reaccionamos como si fuéramos lo único que importa y empezamos a mear contra el viento. Nos olvidamos de todos, incluso ignoramos que una vez fuimos educados en buenas maneras y no con la idea de ir meando contra el viento y salpicando impunemente los rostros y pantalones de otros contertulios. Estos ególatras no tienen nada en común con aquellos que optan por compartir el pan de cada día respetando el espacio y los derechos de sus semejantes. Como no sé tratarlos, he decidido sonreír y saludar a todo el que por mi lado pase, conocido o desconocido, He decidido retomar las viejas tradiciones: abrir puertas y ayudar a ancianos cuando crucen los pasos de cebra o el medio de la calle si allí los encuentro. He decidido integrarme al sentimentalismo de escuchar las penas de otros sin contarle las mías. He decidido luchar contra el inconsciente de cabeza hueca con la ayuda de Don Alonso Quijano y su escudero Sancho Panza.

Marco

martes, 11 de mayo de 2010

UNA PÁGINA MÁS




Apuró el último sorbo consciente de que le quemaría las entrañas. Dejó un billete sobre el mostrador sin prestar atención al importe a sabiendas que era suficiente para cubrir diez veces lo que había consumido. Antes de cerrar la billetera se fijó en la foto que por los últimos veinte años le acompañara en sus mejores y peores momentos. Rehusaba aceptar la realidad de que esa misma tarde había depositado en sus labios un último beso antes de cerrar la caja con sus propias manos. No fue fácil verla marchar. Pensó:¡Que espantoso debe ser ese silencio que te acompaña en el camino hacia la eternidad! Se sentía estafado, su cuento de hadas debería haber durado mucho más, pero nunca contó que los sueños muchas veces se conviertan en pesadillas. Era maligno y la consumió en menos de un año. Los médicos prometieron lo que sabían no podían asegurar, una fantasía color esperanza. Él sabía que los milagros siempre quedaban atrapados en el fango de ése pantano. No había bálsamos para el que despierta a una realidad sin arco iris. El que tiene que continuar viviendo con el despecho, la furia y el rencor.

Paseo su mirada alrededor del bar. El bisbiseo de voces delataba la congenialidad de los profesionales allí reunidos. Batas blancas, verdes y azules; mujeres y hombres comprometidos con la medicina disfrutando el momento después de la larga y exhaustiva jornada en el Hospital. El murmullo de voces lo acaparaba todo hasta el momento en que las detonaciones rompieron el silencio. Los cuerpos comenzaron a derrumbarse como piezas de dominó, sus batas blancas, azules y verdes manchadas de sangre. El último cartucho lo reservo para él. Explotó contra el costado de su cabeza pulverizando su cerebro atormentado.


Marco Antonio

viernes, 7 de mayo de 2010

MACHU PICCHU, PERÚ (1533)



El caudaloso Urubamba había quedado atrás. Ahora cruzaba la planicie frente al Huayna-Picchu, la montaña sagrada que se erguía sobre todas las cosas. Sus dedos se movían sobre la caña tapando y destapando los agujeros de la quena. Las notas se desprendían con una cadencia mística que se elevaba sobre la inmensidad de la tierra hasta llegar a la cima. Anunciaba la muerte. Sobre sus espaldas, en un saco de yute, cargaba la cabeza y el alma del último violador.

El hombre de barba blanca había profanado el recinto sagrado. Pisó sobre sus muertos y plantó una cruz entre las Huacas, los dioses de piedra que cuidaban de ellos. La ofensa lo dejó sin cuerpo, sin sangre, tal como lo merecía. La cabeza dentro del saco daba tumbos al compás de las nalgas del indio que apresuraba el paso hacia la ciudad perdida en el tiempo. Machu-Piccho.


Marco Antonio








miércoles, 5 de mayo de 2010

CON LA BOCA PEQUEÑA



CON LA BOCA PEQUEÑA


Me preguntó si yo me iba a morir. Le dije que sí. Me preguntó por qué. Le contesté: porque ya me estoy poniendo viejo y todo dentro de mí es como una casa vieja que hay que derrumbarla para darle paso a otra nueva. Me preguntó si tenía miedo y yo le contesté que no. Me preguntó si había nacido porque yo lo había querido y le respondí que, como él, no recordaba ni cuándo ni el por qué. Me preguntó si yo sabía mucho y le dije que no todo lo que debería y que aún me quedaba mucho por aprender. Me preguntó por qué quería aprender más si me estaba muriendo. Le dije que si dejaba de aprender entonces haber vivido era una tontería. Me preguntó si yo lo quería mucho y me eché a llorar. Me preguntó por qué lloraba y le dije que lloraba porque le quería con todo mi corazón. Entonces me miró con sus ojos grandes y esbozó una sonrisa con su boca pequeña.


Marco Antonio

martes, 4 de mayo de 2010

EL ENCIERRO



Acércate a España e incrustaré una maja celestina en tus ganas de vivir. Acorta la distancia y se quemará tu visión ensillada a una gitana; una de esas diablas que por el gusto de corromper tu espiritu fornicaría sobre el tablao en un “atrévete” de guitarra flamenca. Regresa a esta tierra noble, para que muerdas la tradición que nos hizo isleños y sientas hervir la sangre que te queda en la cuenca de tus ojos. Abrázate a lo que resta de tu existencia, deja de lamer tus cicatrices y muerde tus sueños. Hay una plaza de Sol en tu destino, ven a jugarte los testículos en un mano a mano con la vida aunque las tengas todas por perder. Porque si ganas... si ganas, la piel de la mujer que te toque, te sabrá a miel y no habrá secretos para ti en su boca, ni brújula para enseñarte el camino, porque el resto de tus días serán como las cuentas de un rosario que en cada piedra guarda una promesa de amor...




Cerré la página procurando hacerlo por los mismos dobleces y volví a introducirla en el sobre. Alargué la mano y marqué el número de teléfono de Marcelo en España. Entre quejido y quejido, me contestó su esposa con voz trémula . Sorprendido, le pregunté si pasaba algo y después de una larga pausa me respondió: A Marcelo lo mató un toro ayer en Pamplona … ¡Ha acabao con él! … ¡Me lo dejó sin testículos y sin na. ¡Solté el auricular y retrocedí horrorizado, empujando las ruedas de mi silla con todas mis fuerzas. ¡Cojones! ¡Menos mal que la carta llegó hoy, si hubiese llegao la semana pasá, los dos estaríamos muertos! ¡Con la ilusión que teníamos de correr juntos un encierro en sillas de ruedas! ¡Putos toros!


Marco Antonio

domingo, 2 de mayo de 2010

FENADEL


(¿TE ATREVES TÚ A AÑADIR EL PRÓXIMO PÁRRAFO? Envíalo a nuestro correo de gmail)

Fenadel se había tomado unas vacaciones en la región de los Tules. Un lugar secreto rodeado de montañas donde vivían los osos verdes y pastaban las cabras de barrigas peludas. Los ríos y los lagos eran tan azules como el cielo y los prados cuajados de flores se parecían más a un arco iris que a la tierra donde los famosos enanos de Matuntel, la capital de Tules, criaban ardillas y escarabajos. No existían animales ni insectos como estos en ninguna parte del mundo. Las ardillas eran tan pequeñas que se acomodaban perfectamente en la palma de una mano, podían leer el pensamiento de los hombres y susurrar palabras en los oídos de los incrédulos. Los escarabajos eran todos morados, muy fáciles de distinguir por la raya amarilla que les cruzaba por el centro del caparazón. Traían suerte, mucha suerte o en el caso contrario, si los dejabas morir, la mala suerte te perseguiría por todos los rincones hasta el fin de tus días.
Fenadel era un enano y había nacido en Matuntel hacía poco menos de mil años…
…estaba, por tanto, en plena juventud. Los enanos matuntelienses vivían alrededor de los tres milenios.

LEER LOS COMENTARIOS, ALLÍ VAMOS AÑADIENDO A LA SAGA DE FENANDEL ...

jueves, 29 de abril de 2010

¿QUE TALLA USAS?




El mundo había cambiado. En el último milenio el entramado genético de los seres humanos había transmutado de manera trascendental, pero no a favor del sexo masculino. Al parecer esta anomalía hormonal causada por los conectores endocrinos, con la ayuda del tiempo fueron alterando los mensajes electroquímicos que regulan el ADN. Esto, eventualmente neutralizó parte del código que controla la diferenciación entre los sexos, permutándolo para que favoreciera el desarrollo del género femenino. Ahora ellas representaban el factor dominante.

Eran capaces de hacerlo todo, no sólo las tareas complejas que requerían un esfuerzo físico extraordinario, si no también las que demandaban una inteligencia excepcional. El proceso no tardó en evolucionar hasta el extremo en que la mujer podía engendrar nueva vida en su interior y así asegurar la continuidad de la especie humana.

El hombre, como parte de la ecuación, dejó de ser un factor importante y comenzó a desaparecer de la faz de la tierra. Ellas, por el contrario, se proliferaron manteniendo su aspecto femenino, su belleza y voluptuosidad, pero con una marcada diferencia: sus órganos reproductivos ahora eran capaces de realizar una doble función y de su sexo colgaba un par de testículos de indeterminadas proporciones. Esto tuvo un efecto devastador en la sociedad, los ajustes fueron extremos en las normas convencionales de la genética y también en la evolución de la moda.

La forma de llevar la vida y el estilo del atuendo cambió radicalmente. Los ajustes fueron dramáticos, pero de alguna manera había que acomodar esas protuberancias que ahora colgaban entre las piernas de las siempre hermosas y deseables mujeres.

Para las costureras el sistema métrico no sufrió alteraciones, pero en aquellos lugares puntuales, donde por siglos se mantuvieron los preceptos convencionales que diferenciaban al hombre de la mujer se contemplaron cambios. Los diseñadores y modistas necesitaban a toda costa acomodar correctamente los caprichosos apéndices y con el paso del tiempo se llegó a establecer la costumbre de preguntar sin hacer mención del excedente biológico: ¿Qué talla usas?

martes, 27 de abril de 2010

MIS HAIKUS



Es la soledad

el camino sin nadie

viento y arena.





Falsa sonrisa

se va sin dejar trazas

de tu alegría.



Como yo, nadie

sólo yo soy el mismo

perfecto idiota.



Imposible ser

todo lo que hoy veo

dentro de tu alma.





Insiste en vivir

la noche de otoño

que siento morir.



Siempre que espero

tarda en salir la luna

muerta de frío.





Cuando falta el sol

y se ausenta la lluvia

siempre quedas tú.



Trae tus manos,

socorre a mi corazón.

Me duele el amor



Marco Antonio.

viernes, 2 de abril de 2010

CARTAS A LA VIDA


Querido Marco, soy Carmen.
Esta tarde en la biblioteca me he quedado con las ganas de decirte que el mundo entero está formado por botellas medio llenas.
Sé bien de lo que hablo porque a lo largo de mi vida he pasado por instantes, (y digo instantes porque para mí son más cortos que momentos y precisamente en los instantes es donde se pierden, o se ganan, cosas y estados) Pues bien, como te digo, he pasado por instantes "delicados" donde mi vida pendió de la uñita del dedo meñique de un ángel novato, y al salir de ese "instante" me di cuenta de lo mucho que hay que celebrar en la vida. El sueño se empeñaba en recordarme el instante, el miedo que pasé en ese instante y la estela que arrastra el dichoso instante durante días para que una no pueda olvidar la fragilidad de la vida y el regalo del tiempo.
Por favor, dile a tu esposa que lo bueno de un mal instante es que da la certeza de que su ángel es un buen guardaespaldas, que no deje que ese instante marque negativamente sus días, que quizás haya ocurrido para demostrarle que ese día la fortuna estaba de su parte, o porque el destino quería que apreciara el valor de conjugar en futuro imperfecto, o tal vez porque necesitaba que sus ojos apreciaran mejor la primavera y así tendrán otra mirada....¡Qué sé yo, porqué suceden esos instantes! pero te aseguro que si no dejas que duren más que eso, un segundo, un periquete...apenas un instante, sentirás que la risa llega con más facilidad a tu boca y que el corazón cobra más ritmo y eso hace que la sangre fluya y oxigene todo el cuerpo y la piel está más bonita y lo mejor de todo: te sientes una superviviente y eso es algo que pocas personas tenemos el privilegio de sentir.
Dile todo esto de una damnificada a otra, y que ojalá podamos seguir sintiéndonos tan vivas durante mucho tiempo.
¿A que tienes envidia?

Un abrazo, querido Marco, y que no se te olvide ni una coma cuando se lo digas a tu mujer. dale una caricia en la mejilla de mi parte

PD: habrás notado que estoy un poco tocada, es lo malo (¿o lo bueno?) de haber pasado por "instantes"...


Querida Carmen, soy Marga.
En primer lugar gracias por tus cariñosos y sinceros comentarios y por ese beso en la mejilla que he retenido en mí todos estos días y me ha llegado como una caricia suave que reconforta el espíritu cuando la luz de la primavera se empeña en cuajar nuestro horizonte de sombras.
Hablas de los instantes… Los instantes y el destino. Los momentos duros y los ratos dulces de la vida, los sueños y las realidades.
Por todo tenemos que pasar, aunque nunca uno está preparado para la adversidad. Verla llegar de lejos te deja con tan poca energía que no permite recibirla con traje de gala. Y en cuanto al desaliento, por algún misterio extraño de la vida, estamos dotados de la capacidad necesaria para no sucumbir ante él, por más duros que sean los azotes.
Lo único que tienen de bueno los malos momentos es que te hacen abrazar de un modo intenso hasta la bendita rutina de la vida, y cuando todo se pone en su sitio valoras de nuevo el aire que respiras, y eres capaz de ver las pocas mariposas que sobreviven revoloteando alegres.
En cambio el dolor no tiene nada de bueno, aunque dicen que se escribe mejor desde él, hasta que no lo desprendes y no permites que ocupe toda la energía de tus constantes vitales, no plasmas esa desgarradora belleza que da a las letras la fuerza de los momentos que te han rondado. La vida admite pocas metáforas, el papel en blanco las admite todas.
Pero... venga como venga, es la Vida y hay que vivirla. A ser posible con una sonrisa, lo único que no permito que falte en mi rostro, porque yo por algún capricho del destino tengo tanto por lo que poder sonreír…

Según me han contado, tú también eres de las que sonríen. Ojalá lo sigamos haciendo cuando lleguen los pesares, cuando lleguen los instantes. Y también cuando se vayan…

Un beso



Mi querida Marga, soy Carmen.
Gracias por contestar personalmente mi correo, es todo un detalle en los tiempos que vivimos.
Comparto mucho de lo que me escribes y me alegra comprobar que estás bien pertrechada frente al desaliento, yo también procuro estarlo, pero, desgraciadamente, no todas las personas tienen esta suerte y sucumben a la fatalidad. Para mí la vida está hecha de pedacitos, de instantes, de detalles, es un puzzle enorme que vamos creando con las piezas que la vida nos da y de nosotros depende encajarlas de la mejor manera para que la imagen que vamos formando sea lo más agradable posible, incluyendo luces y sombras porque todas las tonalidades son necesarias.
Es cierto que desde el dolor se escriben los textos más sentidos y hermosos, quizás sea porque lo dejamos llegar hasta el alma y ahí están los sentimientos más preciosos del ser humano. ¿Te has parado a pensar porqué con la felicidad no ocurre esto? Yo creo que nos educaron para saber vivir con dolor, y si me apuras, para "gozar" de sus consecuencias, mientras que la felicidad debemos aceptarla como algo fugaz, algo a lo que no debemos acostumbrarnos. MI abuela siempre me decía:" hay que tener un pañuelu pa cuando lleguen los llantos". Creo que siempre tuvo ese pañuelo en la mano y nunca se atrevió a disfrutar plenamente de los instantes felices, el miedo nunca la dejó ser feliz.
Como te decía, querida Marga, hay que saber dejar "esos instantes" atrás, porque el regusto de despertarse cada mañana debe ser más gratificante. Este invierno te ha dejado un instante especial, ahora sólo queda confiar en que la primavera o el verano te regalen uno que compense el anterior. Estoy segura que así será.
Estos días de fiesta nos iremos a Andorra, así que no miraré el correo, pero cuando te apetezca escribirme, por favor, hazlo, no te de apuro, estaré encantada de leerte y compartir "instantes", buenos o malos.
Que disfrutéis de estos días de descanso, que haya trocitos de cielo azul y que haya momentos para sonreír.

Un besín, querida y un abrazo para Marco

Carmen

jueves, 1 de abril de 2010

MARCO ANTONIO


NO ME ESPERES A COMER



Livingston Fountainblu fue capturado por una tribu de pigmeos junto con otros cuatro expedicionarios y veinticinco sirvientes. Pronto descubrieron que éstos salvajes eran antropófagos y que gustaban de cocinar a los cautivos en una olla con agua hirviendo o a la vara sobre el fuego vivo. Por el primer sirviente no esperaron hasta que el agua hirviera, se lo comieron crudo.


Los cinco aventureros fueron encerrados en una jaula de bambú y vigilados muy de cerca por dos fieros aborígenes armados con lanzas y escudos. Tal parecía que los estaban reservando para alguna ocasión especial, porque el resto de los prisioneros, de dos en dos, fueron sancochados en la paila de agua hirviendo. Después de veinticinco días el suministro de carne humana finalmente se agotó, pero los pigmeos continuaron preservando la vida de los aventureros, siempre manteniéndolos bien alimentados dentro de la jaula de bambú. Con el tiempo aprendieron a descifrar los gestos y alguna que otra palabra de su vocabulario y así descubrieron que aquellos salvajes estaban esperando a que llegara el día de celebrar el cumpleaños de la Reina. Para esa ocasión prepararían un suculento potaje de hombre blanco con cebollas y nabos pero, al parecer, aún faltaba mucho tiempo para la celebración, así que pasado unos días, decidieron comerse a uno de los expedicionarios asado a la vara. Dos semanas más tarde comenzó la época de la caza. Era un acontecimiento importante que había que celebrarlo con otro festín, así que el segundo aventurero fue sacrificado sobre piedras al rojo vivo, polvoreado con sal y una sustancia de sabor picante… El tercero sufrió un infarto cerebral que le causó la muerte. Fue enterrado con todas las reverencias de las costumbres de la tribu, ya que los pigmeos no se comían a aquellos que morían de causas naturales.


Cuando finalmente le llegó el turno a Livingston Fountainblu, El cocinero sugirió que al potaje le añadieran las yerbas sagradas para ocasiones especiales. El Rey se relamió nada más de pensar cuanto le gustaba el sabor de tal delicadeza.


Ese día, se puso a hervir el agua muy temprano y comenzaron los preparativos en la cocina privada de los soberanos. A Fountainblu lo sacaron de su jaula para que ejercitara los músculos e ingiriera parte de las yerbas sagradas. Para que la receta funcionara, había que conseguir que la sangre circulara por todo su sistema, consiguiendo así, que se produjera una buena digestión. A pesar de sus protestas le forzaron a empujones y a punta de lanza a correr. Mordía y pateaba, pero corrió y corrió hasta que se desplomó exhausto, entonces lo zamparon en la olla de agua hirviendo. La favorita del Rey comenzó a añadir el resto de los vegetales y yerbas sagradas. El hombre berreó como una bestia hasta perder el sentido.


El primer indicio se manifestó cuando la favorita del Rey notó que el potaje estaba tomando un color sospechoso que no era común para esa receta. Un olor nauseabundo comenzó a saturar el ambiente y la mujer alarmada requirió la presencia del cocinero. Éste se arriesgó a probar el caldo y exclamó:


— ¡Oh Dios de las piedras!, ¡Oh Diosa de las aguas!, ¡Oh espíritus de nuestros antepasados! ¡El hombre blanco se ha cagado en nuestro potaje! Un asistente del cocinero se infiltró en los aposentos privados del Rey y como si transmitiera un secreto de estado, le comunicó la noticia al soberano.


Esa noche, la Reina ocupó su sitio de honor ataviada con sus mejores prendas y espero pacientemente a que el Rey hiciese su entrada. El portavoz del Soberano irrumpió en el comedor con un mensaje urgente para Su Majestad La Reina:



“NO ME ESPERES A COMER”



Marco Antonio