martes, 11 de mayo de 2010

UNA PÁGINA MÁS




Apuró el último sorbo consciente de que le quemaría las entrañas. Dejó un billete sobre el mostrador sin prestar atención al importe a sabiendas que era suficiente para cubrir diez veces lo que había consumido. Antes de cerrar la billetera se fijó en la foto que por los últimos veinte años le acompañara en sus mejores y peores momentos. Rehusaba aceptar la realidad de que esa misma tarde había depositado en sus labios un último beso antes de cerrar la caja con sus propias manos. No fue fácil verla marchar. Pensó:¡Que espantoso debe ser ese silencio que te acompaña en el camino hacia la eternidad! Se sentía estafado, su cuento de hadas debería haber durado mucho más, pero nunca contó que los sueños muchas veces se conviertan en pesadillas. Era maligno y la consumió en menos de un año. Los médicos prometieron lo que sabían no podían asegurar, una fantasía color esperanza. Él sabía que los milagros siempre quedaban atrapados en el fango de ése pantano. No había bálsamos para el que despierta a una realidad sin arco iris. El que tiene que continuar viviendo con el despecho, la furia y el rencor.

Paseo su mirada alrededor del bar. El bisbiseo de voces delataba la congenialidad de los profesionales allí reunidos. Batas blancas, verdes y azules; mujeres y hombres comprometidos con la medicina disfrutando el momento después de la larga y exhaustiva jornada en el Hospital. El murmullo de voces lo acaparaba todo hasta el momento en que las detonaciones rompieron el silencio. Los cuerpos comenzaron a derrumbarse como piezas de dominó, sus batas blancas, azules y verdes manchadas de sangre. El último cartucho lo reservo para él. Explotó contra el costado de su cabeza pulverizando su cerebro atormentado.


Marco Antonio