miércoles, 20 de octubre de 2010


ANÉCDOTA DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA

Ya no quedaba un romano en pié, los había vencido por tercera vez. Pero no se hacía ilusiones; sabía que vendrían por él. No tuvo que esperar mucho, Escipión EL AFRICANO apareció como por arte de magia al frente de un enorme ejercito y por primera vez se vio forzado a retroceder. Sólo le quedaban dos elefantes cuando abandonó Italia y hubo que comerse uno en el regreso a Hispania. La costumbre dictaba que primero se alimentaran los oficiales, después los soldados y por último las mujeres que acompañaban al ejercito.
Cuando llegó el turno de las mujeres, Anibal ordenó que a la suya le sirvieran su porción en su tienda privada. El plato consistía en cortezas de patatas y el rabo del elefante cocinado a la brasa. Efigenia, como se llamaba su mujer, descendió de su trono ciega de ira, no sin antes proporcionarle al esclavo que le servía de REPOSAPIÉS una patada en el trasero. Maldijo a los dioses, después a los generales y finalmente a todos los hombres incluyendo a su marido. Anibal, sin perder la calma, la miró con tristeza compadecido de su aparente pérdida de cordura y dirigiéndose al cocinero le preguntó si el elefante había dado abasto para alimentarlos a todos. El hombre respondió que aún quedaban los criados y la servidumbre. Anibal le pidió que se acercara y le susurró al oído:
— Esta noche cenaran cocido de tetas y rebanadas de nalgas— y sin más contemplaciones ordenó al cocinero que se llevara a su mujer.

Marco Antonio