miércoles, 12 de septiembre de 2012

MOVIMIENTO SEDICIOSO



El tiempo está cambiando, me dije, los días se han acortado y sopla una brisa gélida desde el mar que anuncia la aproximación del invierno. Los pocos transeúntes que insisten en prolongar las últimas horas de las vacaciones en las playas del mediterráneo se mueven por el paseo marítimo con los hombros encogidos, los rostros fruncidos y las manos sepultadas en la oscuridad de los bolsillos de sus pantalones cortos. No veo sombrillas ni hamacas en la arena; solo un hombre alto y delgado que camina en la distancia bordeando las filigranas que produce el vaivén de las olas antes de regresar al océano.

Va descalzo, hundiendo los pies en la arena húmeda para desenterrar las conchas que quedaron allí atrapadas. Se ha detenido para mirar hacia el mar. El sol comienza a perderse en el horizonte creando esa fuga de colores rojizos que se mezcla con el manto azul púrpura que presagia la inminente oscuridad antes de caer la noche. El hombre se ha desnudado, se vuelve hacia el mar y embiste las olas con determinación. El agua le llega a la cintura; con los brazos en alto continúa forzando su avance. Ya solo es visible la media luna de su cráneo que reluce entre las sombras y forma una orla en contraste con el sol que agoniza. Finalmente su cabeza desaparece y con ella el último destello de luz. Yo, petrificado, continúo observando la oscuridad en espera.

Nunca llegué a ver su rostro, pero no sé por qué llevo grabado en mi mente el retrato de su figura alejándose de la orilla y el movimiento sedicioso de sus nalgas.

Marco Antonio

miércoles, 4 de julio de 2012

ASTURIAS-VERDE QUE TE QUIERO VERDE

LAS HOJAS DE MIS AÑOS
SURREALISMO IBERICO
FANTASÍA EN VERDE
ENTRE MONTAÑAS
A ORILLAS DE UN RÍO

Marco Antonio

miércoles, 30 de mayo de 2012

NO TE DETENGAS



Que todo corazón que envejece
y todo corazón cargado de fatigas
se abrirá a ti, y se resistirán las penas.
Aunque sea mi vida un destello de humo,
crece la vida y el rosal entero.
Aunque ya no sea mi mano
la que te arrime el agua,
aunque las ilusiones se estrellen en el piso
y en la boca se sequen las palabras
y se convierta en veneno la soledad.
Pero tu, vida, seguirás llamando a nuestra puerta,
seguirás obstinada en alguna plaza
o en aquel jardín, quitando las malezas
para la tenue rosa, fragante eterna rosa.

Carmen Passano

domingo, 27 de mayo de 2012

LAS ESCULTURAS DE MARCO ANTONIO


EN EXHIBICIÓN


EL MUERTO


EN CUCLILLAS


LADRANDO A LA LUNA


PREÑADA


CORTAZAR



Exposición de Trabajos Alumnos de la Escuela Municipal Taller 3Salón: Sala de Exposiciones Horario: 10:00 a 14:00 y 16:00 a 20:00 Organizador: AYUNTAMIENTO DE OVIEDO Enlace: http://www.oviedo.es Ámbito: Regional Fecha comienzo: Lunes, 28 de Mayo de 2012 Fecha finalización: Sábado, 9 de Junio de 2012

domingo, 29 de abril de 2012

ANÉCDOTA DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA

Ya no quedaba un romano en pié en el campo de batalla, los había vencido otra vez. Pero no se hacía ilusiones; sabía que continuarían resistiendo tras los muros de Roma. No tuvo que esperar mucho, un mensajero llegó con noticias de que Escipión azotaba a Hispania con sus ejércitos. Cartago pudiese estar en peligro, pensó Anibal, era el momento de regresar.

Solo le quedaban unos pocos elefantes cuando cruzó los Alpes abandonando Italia, en la angustiosa trayectoria de regreso hubo que comerse algunos de ellos. La costumbre dictaba que primero se alimentaran los oficiales, después los soldados y por último las mujeres y los esclavos. Cuando llegó el turno de las mujeres, Anibal ordenó que a la suya se le sirviera en su tienda privada. El plato consistía en trozos del rabo de uno de los elefantes cocinado a la brasa. Efigenia, así se llamaba su concubina, ciega de ira, se acercó al cocinero, no sin antes proporcionarle al esclavo que le servía de reposapiés, una patada en el trasero. Maldijo al pobre hombre, a los dioses, después a los generales y finalmente a su dueño y señor. Anibal, sin perder la calma la miró con tristeza compadecido de su aparente pérdida de cordura. La travesía era dura y los recursos escasos. Entonces dirigiéndose al cocinero le preguntó si el último elefante sacrificado había sido suficiente para alimentarlos a todos. El hombre respondió que aún quedaban los esclavos, los criados y la servidumbre sin comer. Entonces Anibal le pidió que se acercara y le susurró al oído:

— Esta noche cenaran cocido de tetas y rebanadas de nalgas— y sin más contemplaciones ordenó al cocinero que se llevara a la concubina.

Marco Antonio

lunes, 16 de abril de 2012

RETAZOS DE LA VIDA

Este relato será presentado en cuatro partes que se publicaran los domingos.Espero que lo disfruten.
Marco Antonio

ÚLTIMO CAPÍTULO

Mi madre se sentó a mi lado en el sofá frente a la televisión. Se mantuvo en silencio concentrada en el programa que estábamos viendo. Algo extrañado porque no era normal para ella ver la televisión sin hacer comentarios, le pregunté si todo estaba bien.
—La verdad, hijo mío, es que me tienes algo preocupada. — fue su respuesta sin apartar los ojos de la pantalla.— Esa niña, como se llame, creo que me dijo que su nombre era Andrea. Me fijé en los manguillos del sujetador y te digo que si no eran de color marrón, estaban tan mugrientos y empercudidos que daban pena mirarlos y menos exhibirlos. Al parecer, también se come las uñas y si fueras más atento le mirarías las orejas porque no creo que las haya limpiado en mucho tiempo. Me quedé con la impresión de que es un poco puerca y si eso es así; ¡Válgame Dios cuando llegues a intimar con ella, porque estoy segura, con lo limpio que tú eres, que aún no lo has hecho! Espero hijo mío, que Dios te coja confesao.
La noche del viernes llovió a cantaros, así que decidimos quedarnos en el Centro social cristiano y ver la televisión. Era un amplio espacio agradablemente diseñado con el propósito de proveer cierta privacidad a las parejas. Los muebles, aunque algo viejos, eran muy cómodos, con divanes y sofás agrupados en forma de pequeños saloncitos separado por paredes divisorias abiertas al salón principal. Ordenamos una pizza por teléfono y nos acomodamos en un sofá lo bastante aislado para poder conversar y no molestar a los que disfrutaban de la televisión.
La besé en la mejilla y con mucho tacto inspeccioné el interior de su oreja izquierda, mi madre tenía razón. Conversamos algo sobre los planes para las vacaciones del próximo verano y con toda la naturalidad del mundo rodeé mi brazo sobre sus hombros; los manguillos del sujetador estaban desteñidos y no tenían un aspecto pulcro.
A mi madre no se le escapaba nada. Llegó la Pizza e hicimos un alto para cenar. Ella se quejó del calor que hacía en aquella esquina y sin pensarlo un momento, removió sus zapatos. El cielo se vino abajo, de súbito el ambiento se permeó de un olor fétido de tal concentración que se me hacía imposible respir ar. Las nauseas se apoderaron de mi, fue un reflejo involuntario que no pude controlar. Mi repulsión fue tal, que apenas tuve tiempo para excusarme y alcanzar la calle a tiempo para regurgitar.
—¡Madre que sabia eres!— me dije y escapé por la misma calle donde el romance había florecido pero que nunca más transité.
Mi ruta al trabajo se hizo más larga y complicada, nuevamente comencé a llegar tarde para el disgusto de mi jefe. El fantasma de aquella breve experiencia amorosa aún me persigue cuando me fijo en los hombros nacarados de las chicas que ahora comparten conmigo, allí donde los manguillos del sujetador casi les corta la circulación.

FIN DE LA HISTORIA

Marco Antonio



TERCERA PARTE


Los viernes el equipo de control de calidad se reunía para realizar pruebas gustativas, es decir, estábamos obligados a ingerir muestras del producto confeccionado durante la semana. Yo fui signado al grupo de los neófitos que por primera vez probarían muestras de un chocolate laxante. La experiencia fue agradable y se llevó a cabo alrededor de una mesa ovalada donde se habían colocado docenas de pequeños receptáculos de cristal conteniendo trozos de chocolates laxantes, todos debidamente etiquetados. Los catadores de antemano se les asignaban muestras codificadas que debían probar y según sus experiencias gustativas proceder a rellenar un formulario con sus impresiones. Cada uno de nosotros ingería de tres o cuatro gramos de chocolate laxante en esas rondas de los viernes. Los que ya estaban acostumbrados a estas actividades, por lo general lo llevaban con gran naturalidad y al parecer no sufrían ningún efecto. Los neófitos sí se enfrentaban a una nueva experiencia y a circunstancias impredecibles.

La noche del viernes después del trabajo, la dedicábamos al deporte. Nos reuníamos en una bolera para socializar y divertirnos. Aquella noche mi compañera fue Anita, la secretaria de Recursos Humanos que formaba parte del equipo y llevaba algún tiempo manteniendo relaciones subrepticias conmigo. Terminó el partido y continuamos socializando por largo rato con el resto del grupo. Finalmente Anita expresó su deseo de retirarse y así lo hicimos discretamente.

Anita vivía en un piso que compartía con tres amigas. Su habitación estaba al final del pasillo contiguo al aseo. El lugar era pequeño, estrecho y la única ventana daba hacia un patio de luces. Hicimos el amor desesperadamente en una cama de 90 centímetros diseñada para acomodar a una persona. Por problemas de espacio ella la mantenía pegada a la pared.

Desnudos y exhaustos quedamos dormidos prácticamente el uno sobre el otro. Sería alrededor de las tres de la madrugada cuando comenzaron las turbulencias en mi estómago, sin dudas el efecto del chocolate ingerido aquella tarde. La tripa necesitaba con urgencia encontrar el desahogo para la inminente catástrofe que se aproximaba. Allí me encontraba en total oscuridad, en una cama ajena de la que no podía escapar ya que el lado izquierdo por donde yo intentaba incorporarme era la pared sólida contra la que se apoyaba la cama. Así que permanecí entrelazado al cuerpo de la pobre muchacha que empezaba a dar indicios de despertarse. La descarga fue espontánea, totalmente inesperada e impredecible, ella despertó por completo y trató de incorporarse lo cual le fue imposible con el peso de mi cuerpo desnudo sobre ella. Cuando por fin pude orientarme a tientas busqué el conmutador de la luz, ella percibió el mal olor y se palpó los pechos, la barriga y la pelvis y al llevar la punta de sus dedos a la nariz, exclamó horrorizada:
— ¡Esto huele a mierda! ¡Te has cagado encima de mí! — y saltando de la cama, comenzó a gritarme improperios.
De más está añadir que nunca más me dirigió la palabra, pero el incidente quedó entre nosotros. La experiencia me sirvió para ser extremadamente frugal y cuidadoso los viernes por la tarde durante las pruebas de las muestras del eficaz y engañoso producto.

Próximo domingo la última entrega



SEGUNDA PARTE
Aquellos simios estaban allí para cumplir un propósito muy importante en el control de calidad de los productos. La colonia estaba dividida en grupos de diez e identificados por sexo y tamaño. Todos los lunes ingerían una dosis de la muestra extraída de la mercancía recién llegada al almacén como parte del control de calidad. Las dosis eran calculadas con extrema exactitud de acuerdo al peso de cada animal. Me asignaron, entre mis múltiples tareas, la delicada operación de contar el número de veces que los animales defecaban en un periodo de tres días. La actividad intestinal era importante pero también se calculaba el volumen y el espesor de los residuos fecales, una faena desagradable si imaginamos el efecto que puede causar la presencia de sesenta monos con diarreas.

Ahora nos encontrábamos en las mañanas y también al regreso en las tardes. Se llamaba Andrea y mi alegría al salir del trabajo,recién desinfectado y perfumado, era encontrarme con ella en aquella calle donde siempre coincidíamos. Comenzaba a florecer un romance, aunque aún éramos nada más que amigos. Todas las tardes nos desviabamos de la ruta para refugiarnos en una cafetería no muy lejos del lugar donde ella vivía. Andrea era mucho más hermosa de lo que había podido apreciar durante nuestros breves encuentros. Con el tiempo me contó algo de su vida, había perdido a sus padres antes de cumplir los diez años de edad, ahora vivía en una residencia para jóvenes cristianas y trabajaba para una agencia publicitaria.

Después de varios meses nuestra relación cruzó la frontera de la amistad y una tarde fuimos a conocer a mis padres. Aquel primer domingo cenamos en nuestra casa y la velada fue agradable. Andrea, con sus exquisitos modales, al parecer, había conquistado el corazón de mi madre y al despedirnos mamá la abrazó cariñosamente y la besó en las mejillas. Para mí, fue uno de esos momentos felices que en ocasiones nos toca vivir. Regresamos a la residencia para jóvenes cristianas y mi adorada Andrea parecía derretirse en mis brazos. Al abrazarla me pareció que su perfume era extremadamente fuerte, algo así como un Channel#5 que anestesiaba todos los sentidos.



PRIMER CAPITULO


Todas las mañanas a la misma hora sosteníamos un apresurado cruce de miradas cuando nuestros caminos se cruzaban en aquella calzada. Desde que la descubrí avanzando apresuradamente por la acera con aquél ondulante movimiento de caderas, no quise perderme una sola oportunidad de verla. Con el tiempo, hasta mi jefe estaba impresionado porque ya no llegaba tarde y desde aquel primer encuentro con ella, me había convertido en una persona muy puntual.

Por aquél entonces trabajaba en Brooklyn, New York, en un laboratorio farmacéutico dedicado exclusivamente a la elaboración de productos laxantes. Su más cotizado catártico se formulaba mezclando chocolate derretido con el ingrediente activo para luego moldearlo en forma de tabletas que se asemejaban peligrosamente a los bombones de chocolate de cualquier confitería. Me habían asignado al departamento de investigaciones biológicas donde por dos años estuve a cargo de cuidar un grupo de sesenta monos del género Rhesus. Animales feroces de largos colmillos y afiladas garras, todos importados de la India.

Parte de mi rutina diaria consistía en alimentarlos y limpiar los excrementos que se depositaban en las bandejas que descansaban sobre los pisos de las jaulas. Al principio, el hedor era espantoso, pero como todas las cosas, con el tiempo uno se va acostumbrando al olor a mierda. El reglamento del departamento exigía que antes de abandonar el recinto, me duchara, primero con un desinfectante químico y después con un jabón amarillo para asegurarme de que no transportaba gérmenes contagiosos que pudiesen estar incubando en mi epidermis por el contacto directo con los simios.

No sé cuándo, pero la primera vez que sonrió, yo le respondí con un “hola” y desde entonces continuamos con esa rutina hasta que encontré el valor necesario para detenerme ante ella y entablar una nerviosa conversación que cambió la rutina de nuestras mañanas.

jueves, 22 de marzo de 2012

DEJARÉ DE ESCRIBIR


Pude alguna vez ser escribano,
mis frases cabalgaron la insolencia
cuando el tintero se cargó de heces
y mi pluma malversada causó estragos.

Dejaré de escribir
Si sobre el papel bailó una ofensa
con mis frases fugadas del destierro
sin cumplir mi condena de improperios.

Dejaré de escribir
Si santiguarme ante mi mala fe
es esconderse en los resquicios
del laberintos de mis demencias.

Dejaré de escribir
para quererte mejor en mi locura
sin explicar el por qué de las palabras,
ni los silencios imprudentes de mis miedos.

Marco Antonio

domingo, 11 de marzo de 2012

EL VUELO

En el pico de un pájaro vuela la ilusión

que en su fuga reprocha esta ausencia de amor.

Yo escondí su razón en un cajón vacío

para inventarte en sueños y no decirte adiós.

Ya no me sirve el tiempo para llenar la vida

si entre tantas espinas cuelga este dolor.

Aunque añore un refugio entre el follaje verde

que anida las promesas, sin ti no habrá pasión.

Se ve mejor el mundo con los ojos cerrados

si el viaje se me antoja en un pájaro azul

esperando la aureola donde nace el idilio,

donde nunca te alcanza una puesta de sol.

Y si el tiempo se escurre entre horas sin prisas

deshaciendo en un soplo los remiendos de ayer,

en el pico de un pájaro deslizaré la vida

arrastrando esta estela de mi ilusa alegría

que persigue tu sombra, aunque muera de amor.


Marco Antonio

domingo, 4 de marzo de 2012

¿Y AHORA QUÉ?

Podía adivinar el rechazo y la angustia porque se reflejaban en su caríta redonda. De vez en cuando se mordía el labio inferior sin pronunciar palabra mientras las gruesas lágrimas rodaban por su rostro. Mantenía sus pequeños puños cerrados con las uñas clavadas en las palmas de las manos hasta el punto de hacerse daño. Todo formaba parte del escenario que estaba viviendo.

En ese mundo tan diferente al nuestro, no fluyen las palabras, allí se vive una vida de atardeceres donde la claridad carece de fuerza suficiente para asomarse por el horizonte. Él era un niño normal cuya extraordinaria sensibilidad e inteligencia lo situaban entre los privilegiados de su clase. En tercero de primaria sobresalía en todo, hasta en la capacidad para interrumpir con sus charlas, chistes y el incesante ir y venir de un pupitre a otro captivando la atención de sus compañeros. Daba la impresión que dentro de sus pantalones habitaba una colonia de hormigas bravas. Pero en estos últimos meses se había convertido en un niño triste. Al parecer, sus padres carecían de los instrumentos necesarios para construir un mundo estable para él y esto no se podía atribuir a que los dos eran sordos. Para ella, en su silencio forzado, no era imaginable que existiera otro mundo que aquél donde vivía perdidamente enamorada de su marido. Para él, en el suyo, había otro más interesante donde se encontraba a gusto esclavizado al tempestuoso círculo vicioso de la infidelidad.

Así que sólo quedó una verdadera víctima: El maravilloso niño de ocho años cuyo mundo, ya plagado de carencias comenzaba a derrumbarse con la insensata deserción de su padre. Sin entenderlo del todo y sin saber el por qué, sentía una culpabilidad interna que a sus tiernos años no era posible superar. Su confusión, mezclada con la rabia que produce la impotencia, lo llevaron al estado de desesperación en que su única alternativa era clavarse las uñas en las palmas de sus manos.

Marco Antonio

sábado, 25 de febrero de 2012

TODO ES POSIBLE



Siempre había sido un burro ordinario, pero aquella noche sobre su espalda llevaba un milagro. Se dirigía hacia Belén donde ocurriría un acontecimiento excepcional. Cuando llegó a su destino ya no era un burro ordinario, había dejado de ser un asno común para convertirse en los ojos de Dios, todas sus visiones trascendía mas allá de su entendimiento. Él había sido el elegido para transportar a una Virgen llena de cielo y de luz.

Tocó a mi puerta y al abrirla me encontré con la más encantadora sonrisa que una chica a punto de convertirse en mujer pudiese confeccionar en tan corto tiempo. Imaginé que yo era el primero en su lista, ya que mi vivienda está localizada en el piso más alto del edificio. Supuse que cuando concluyera con la propuesta que estaba a punto de presentarme le quedarían otros siete pisos y tantas puertas donde lastimarse los nudillos de su delicada mano.

—Buenos días señor, me llamo Eulalia y estoy vendiendo papeletas a personas especiales para visitar al burro que llevó a la Virgen María hasta Belén— comenzó con una extraordinaria sonrisa posada en sus labios.

— ¿Me estás tomando el pelo niña, que tengo yo de especial? Mira que ya soy un poquito mayor para estas cosas.

— ¡No, no señor, es un burro de verdad! Un burro que no parece haber envejecido ni un solo día —respondió la niña algo desconcertada al ver la incredulidad en mis ojos.

— Se ha preservado todos estos siglos protegido por monjes cuyo origen se remonta a tiempos bíblicos. Ellos fundaron una abadía cerca de Jerusalén, a unos nueve kilómetros de donde ocurrió el milagro y se dice que algunos fueron testigos de lo que allí ocurrió— hizo una pauta y con algo de timidez avanzó dos pasos, yo intuí que esperaba una invitación para introducirse en mi casa.

— ¡No mi niña, ahora no! Estoy my ocupado y no hay nadie más aquí que pueda atenderte, entonces desplegando mi mejor sonrisa comencé a cerrar la puerta.

— ¡Señor, es Dios quien está llamando a su puerta porque de otra manera yo no podría estar aquí intentando venderle esta entrada!

Se me ocurrió que esta niña podría ser peligrosa o que quizás padeciera de un desequilibrio mental. La posibilidad de que pudiese estar poseída por un ser oscuro cruzó por mi mente. Pero allí permanecía la jovencita sonriendo, con sus libros y papeletas abrazadas sobre el pecho. La verdad es que no tenía intención de cerrarle la puerta en la cara, así que permanecí allí examinándola como si fuera un ser de otro planeta. Entonces fue ella quien tomó la iniciativa:

— ¡Escuche!— me dijo y sin más preámbulos abrió una de sus carpetas, apartó un mechón de cabellos que dificultaba su visión y comenzó a leer:

“Todo es arena y dunas, un paisaje árido donde no crece alimento alguno. El camino es sinuoso y está cubierto de piedras tan pequeñas que dañan mis pezuñas. Ella, de vez en cuando, me rasca las orejas y eso me hace feliz. La llevo a mis espaldas pero no siento su peso, por el contrario, estar en contacto con su persona día y noche me hace sentir seguro, nunca había estado tan tranquilo. Por primera vez siento que soy parte de todo lo que me rodea, hasta del aire que respiro y de las cosas que veo.

La claridad se ha apagado y el cielo se ha llenado de estrellas, él las observa detenidamente como esperando una señal para continuar este viaje en la oscuridad. Yo tengo el presentimiento de que hay fieras hambrientas y peligrosas dentro de esas sombras, pero algo en mi interior me dice que nada nos hará daño, que esta noche todos los animales del mundo somos hermanos.

Él señala hacia el cielo, ella sonríe y yo rebuzno. Una luz diferente a todas las otras cruza la inmensa bóveda, no es una estrella común, es como una señal que se desplaza despejando la ruta hacia un horizonte intangible. Respiro hondo apuntando mis hocicos en esa dirección y me queda la sensación de que esa es la ruta donde encontraremos a otros hombres. Él se dice así mismo: esa estrella conoce el camino y nos está guiando hacia Belén.

Ha nacido una criatura bajo el destello azul de esa estrella que nos trajo a Belén. Ha nacido en el sitio donde vivimos nosotros los burros, las ovejas, las vacas y todos los que necesitan un refugio para pasar la noche. Ahora descansa en una cuna de paja rodeada de hombres que por sus vestimentas parecen estar acostumbrados a cuidar de la tierra y de los animales de la granja. Antes de albergarse en el cobertizo lo intentaron en el pueblo. Los habitantes entreabrieron sus puertas para negarles la entrada con un gesto de la cabeza y volvieron a cerrarlas. Nadie los recibió.

Me acerqué a la cuna de paja para verle mejor y uno de los tres hombres que allí se encontraban hizo espacio para mí, me dio un mendrugo de pan y acarició mi pelusa. Eran hombres de otros mundos y otras costumbres, sus cabezas adornadas con coronas doradas y piedras de colores relucían a la luz de las lámparas de aceite. De sus hombros colgaban largos atuendos de suave textura y de sus manos repletas de anillos se desbordaban ofrendas perfumadas procedentes de países lejano. Todo para una hermosa criatura que apenas había llegado a este mundo.

La pequeña manita me acarició el morro y sin saberlo comencé a entenderlo todo de otra manera. Ahora mi existencia formaba parte de la suya y por mis ojos Él contemplaría los eventos que se convertirían en parte de la historia de la humanidad con el paso del tiempo. Sentí la alegría que se desprendía de la mayoría de los allí reunidos, también sentí la confusión y la desconfianza en algunos. La voz dentro de mí dijo: Es hora de que te apartes y dejes que los monjes se encarguen de ti, ellos te protegerán. Llegará el día en que te llamaré y entonces caminarás conmigo, también la noche cuando yo ya no esté, entonces serás como un ángel que continúa siendo mis ojos y mis oídos en la tierra.

Los burros no lloran, pero yo aprendí a hacerlo con las visiones de las tragedias que lastimaron mi alma. Él las vio todas a través de los ojos de aquellos que convirtió en emisarios, pero sus enseñanzas cayeron en oídos sordos y poco pudo hacer para evitarlas mientras estuvo en la tierra, tampoco cuando se fue al cielo. Desde el principio a los seres humanos se les otorgó la capacidad para decidir sus destinos y la sabiduría nunca fue lo suficientemente imperiosa como para conducirlos por el camino correcto. Desde el primer hombre el instinto animal dio paso al egoísmo, el odio y la violencia y yo, con mis ojos de burro los vi multiplicarse en proporciones alarmantes y fui testigo de la desfiguración del espíritu y la decadencia moral.

Hay ángeles y emisarios de Dios que deambulan por la tierra, siempre los ha habido, como también hay hombres que en su trayectoria por la vida decidieron no apartarse del camino y sin saberlo crearon un equilibrio entre el bien y el mal. En estos tiempos las fuerzas oscuras se han fortalecido y ahora es difícil identificar a las personas de buena voluntad, esos que con el paso del tiempo se van convirtiendo en la única razón que justifica con sus actos de compasión y carácter incorruptible la existencia del hombre.

Aquellos que deambulamos por la tierra no somos suficientes para abarcar tan inquietante desafío. No he evadido la encomienda original, mis ojos de burro continúan transmitiendo lo noble y lo trágico de la conducta humana y me personifico donde mi presencia es requerida. El tiempo y las circunstancias lo cambian todo, ahora podrán llamarme un burro mítico que se materializa aquí y allá en busca de lo sublime en la fe que habita en todo ser humano.

Finalmente ella levantó la cabeza del cuaderno y su rostro embozó una expresión que era más una pregunta que una sonrisa.

—Espera—le dije y marché por el pasillo detrás de la puerta en busca de mi cartera, regresé dispuesto a comprar el dichoso boleto. Pero en el descanso no había nadie, la niña había desaparecido. Allí en la alfombrilla quedó un sobre, me incliné a recogerlo pero una ráfaga de viento lo arrebató antes de que yo pudiera alcanzarlo. Para mi consternación el pliego encontró una ventana abierta y desapareció por ella. Malhumorado me di la vuelta y cerré la puerta. Pasé toda la tarde tratando de olvidar el incidente, pero no pude.

—El ruido comenzó como si estuvieran tumbando la casa. Los golpes eran terribles, como si alguien intentara derribar la puerta a patadas. De momento no supe que hacer, miré el reloj, marcaba las tres de la mañana. Nunca tuve un arma, ni siquiera una porra, pero algo tenía que hacer, el ruido era tan persistente y perturbador que pronto despertarían los vecinos. Me atreví a acercarme a la puerta y observando cuidadosamente por la mirilla me pareció que el pasillo estaba desierto. Me llevó un tiempo en consolidar el valor suficiente para arriesgarme y abrí la puerta empuñando la pequeña escultura de Moisés que encontré sobre una mesa. De todas las cosas que no esperaba ver, la última era la que frente a mí ahora se encontraba. Un burro de carne y hueso de pelusa blanca, orejas larguísimas y unos ojos que parecían diamantes. Éste al verme, acercó su morro húmedo y lo colocó a centímetros de mi rostro. Sus ojos se clavaron en los míos y sentí la intensa mirada atravesarme el corazón. Comencé a temblar y tuve la impresión de que las luces en mi cabeza estaban a punto de apagarse.

—Es un hombre bueno, de consciencia limpia cuyo fuego se ha apagado—murmuró el burro para sí mismo. Solo ha dejado de formar parte de la tragedia para vivir sus días apartados de las controversias y los conflictos. Es un hombre joven cuyo entorno lo ha convencido de que la raza humana no tiene futuro, pero de los que Dios necesita para despejar el camino. Mis ojos han sido el puente y su alma ya lo ha cruzado. Cuando regrese habrá una razón más para creer que el ser humano aún es digno de socorrer y que a pesar de su abominable historia, también a su favor está la determinación y la persistencia con que han llevado al mundo civilizado hasta los confines del Universo. Hay quienes han sabido utilizar la inteligencia y el libre albedrio de buena fe para construir un mundo donde nunca muere la esperanza.

Marco Antonio

viernes, 17 de febrero de 2012

ME ASUSTAS





Me asusta saber que en este mundo respiran
mentes como la tuya que desprenden luces
y palabras de fuego para vivir de los sueños.
Que en tus pausas de tranquilidad espiritual
llegas a habitar la soledad de los cielos.

Me asusta saber que te he conocido sentenciado
a nunca mirarme en tus ojos, ni oír tu voz
y que jamás salvaré el camino que cubre
la distancia entre tus brazos
ni podré descifrar la ansiedad que me consume.

Me asusta esta obsesión por besar tus pies,
ceñirme al cinturón que rodea tus caderas
e imaginar que adorno tu cuello con mis besos.
Me refugio en tus palabras y en el detalle del verso
Intrépido que vive y muere su aventura.

Me asusta saber que has de borrarte a destiempo
un día de lluvia o quizás de sol
y no podré hacer nada para evitar tu ausencia
y en el vacío de esta estancia se guardará el secreto
como el perfume de un viejo espejismo.

Me asusta saber que no nos sobra el tiempo
que en su vuelo disuelve nuestro idilio fugaz.
Y me tiemblan las manos o se opaca tu voz,
pero quedan presagios de la inquieta costumbre
de inventarnos los versos y las frases de amor.


Marco Antonio

martes, 7 de febrero de 2012

                               DAME ESTE DÍA

Voy a quemar todos los puentes

por donde transitan los recuerdos

porque no quiero saber de dónde vienen.

Los años no han sido suficientes

para pensarlos olvidados en el tiempo.

Cada paso que doy deja una huella

que persigue mi sombra

denunciando mi sinuoso recorrido.

¿Es esta la ruta de todas mis virtudes

en pieles de serpientes ataviadas?

Estoy envenenado de nostalgia,

condenado a recorrer la pasarela

aullando como perro maltratado,

pero me niego a degustar en los sepulcros

el eufemismo conque juega el tiempo.

Concédanme un instante en este limbo

y la ausencia de puentes sin fronteras

para marcharme en paz sin los recuerdos.

Borradme de la faz del testimonio

como el efluvio del éter y ser nada...



Marco Antonio

lunes, 16 de enero de 2012

LA ÚLTIMA ESPERANZA



Por ti me sacudí el amor de este plumaje
para que la duda no encontrara refugio
en el desconocido que habita en mi interior.
Abandoné el paraíso sin promesas
de pensarlo dos veces;
sabía que el camino sin sombras, era el tuyo.
Sin tu propósito, no habría causa.
Fue tu voluntad, no la de un sueño efímero
pretendiendo moldear mi semilla al renacer.
De las cenizas se levantó el fénix
y al sacudirse el amor de su plumaje
desplegó la sombra de sus alas
intentando descifrar su silueta renacida.
Entonces emprendí el vuelo para perseguirte
hasta que mis fuerzas agotaran
la última esperanza.


Marco Antonio