lunes, 17 de mayo de 2010

ISMAELA



Ismaela consultó el reloj de la cocina. Faltaban siete minutos para que sintiera la llave en la puerta. Se apresuró a apagar el horno segura de que el asado estaba en su punto. Un último toque a la decoración de la mesa. Las velas, las copas y la botella de burgundy en la hielera. Corrió hacia la puerta con la bandeja repleta de pétalos de rosas en una mano y el aerosol de nata montada en la otra.
Con mucho cuidado construyó un sendero de pétalos desde la puerta de entrada hasta la alcoba. Allí se desnudó, se acostó en la amplia cama y roció el aerosol de nata sobre sus pechos y sus partes más íntimas y esperó con ansiedad. Faltaban dos minutos.
El sonido metálico de una llave reveló su presencia. Ismaela contó los pasos que se acercaban, uno, dos, tres …
Enmarcada en la puerta de la habitación la mujer de melena dorada esbozó una sonrisa y comenzó a despojarse de sus vestimentas.

Marco Antonio